EDITORIAL
Agenda básica de país es de máxima urgencia
Que la expresión no llame a confusión: una agenda básica de país no se refiere a metas ambiguas asumidas por compromiso, ni a una declaración superficial políticamente correcta ni a ejecutorias cortoplacistas de obvia necesidad. Las decepciones protagonizadas por sucesivas administraciones hacen necesaria una toma de postura pública por parte de los grupos que a partir de la convocatoria a elecciones comienzan a cortejar el voto ciudadano. Dado que no puede haber 29 fórmulas diferentes de progreso —el total de partidos vigentes en el país— ni 29 equipos multidisciplinarios totalmente configurados, es lógico suponer que existe la posibilidad de entendimientos, consensos, puntos básicos de acuerdo sobre prioridades concretas a consolidar para potenciar el desarrollo integral de Guatemala.
Ni siquiera hay que inventar el agua azucarada: un gran acuerdo interpartidario para la acción de Estado, para mediano y largo plazo, debe centrarse en el impulso de soluciones y establecimiento de procesos funcionales, desde el Legislativo y el Ejecutivo, para atender rezagos prevalentes en educación, salud, desnutrición, infraestructura vial, transparencia en el uso del erario y competitividad económica para potenciar la producción, así como atraer inversiones venturosas y generar oportunidades de empleo: áreas fundamentales para transformar el actual cuadro disfuncional observable en clasificaciones internacionales.
Un referente muy útil puede ser la plataforma productiva denominada “Guatemala no se detiene”, un consenso entre entes académicos, dependencias gubernamentales, centros de análisis y organizaciones empresariales para potenciar la expansión económica del país en la próxima década, con un consecuente beneficio social.
Dicha propuesta resalta la necesidad de establecer capacidades laborales modernas, desarrollar inteligencia de mercados internacionales, fortalecer la certeza jurídica para las inversiones locales o extranjeras y crear un cronograma de obligado cumplimiento para la construcción de infraestructura vial, portuaria y aeroportuaria con auténtica visión prospectiva a 30 y 50 años. A la vez, la iniciativa plantea el desarrollo del país como un polo turístico a través del aprovechamiento de sus riquezas naturales, culturales y arqueológicas, con una ubicación geoestratégica, pero para lograrlo también precisa de los elementos anteriores.
La agenda de Estado, con la cual deberían comprometerse los candidatos a cargos de elección, en conjunto con las organizaciones políticas, debe incluir una transformación organizativa, curricular y evaluativa de la educación pública en todos los niveles, la puesta en vigencia de una nueva ley de servicio civil que potencie la carrera burocrática y proscriba el clientelismo, la transformación del sistema de salud pública y la apuesta decisiva por erradicar la desnutrición crónica, un lastre contra el cual ya existen interesantes esfuerzos privados como Guatemaltecos por la nutrición, puesto en marcha por la corporación Castillo Hermanos en Huehuetenango y Quiché, un modelo que puede ser imitado a mayor escala.
Hace dos décadas, un cúmulo de partidos firmó la Agenda Nacional Compartida, un conjunto de compromisos que fueron quedando de lado. Se debe aprender de los errores e involucrar públicamente a todos los partidos, pero también a todos sus aspirantes, en el nuevo plan de Nación, no solo como elemento publicitario, sino como una irrepetible oportunidad de tomar una ruta viable y sostenible como sociedad.