EDITORIAL
Bonanza trimestral es un desafío de futuro
Una noticia alentadora que es a la vez fruto del esfuerzo de millones de guatemaltecos es el dato oficial de crecimiento de la actividad en el primer trimestre del año, el cual se monitorea a través de la estimación del producto interno bruto, que en ese período alcanzó un incremento de 4.8%, muy superior al 1.2% de 2020, antes de la pandemia y, en esencia, refleja el potencial del país para salir adelante. Desde el 2017 no se producía un índice de crecimiento tan robusto, y si a ello se suma el impacto de la pandemia, que llevó al país a números rojos el año pasado, constituye un especial mérito de los diversos sectores productivos, que han puesto empeño en las actividades comerciales internas y externas, aunque también es destacable la actividad constructiva y de servicios.
De hecho, según el Banco de Guatemala, es la actividad de construcción civil la que encabeza los indicadores de crecimiento, ya que subió 12% en los primeros 90 días de este año. Le siguen las industrias de información y comunicaciones, con 7%; comercio y reparación de vehículos lograron un auge del 6.6%; las manufacturas industriales llegaron a 6.4% y la agricultura también tuvo un repunte de 2.8%.
Cabe señalar que buena parte de este impulso económico tiene como refuerzo subyacente el envío de remesas en dólares por parte de connacionales radicados, principalmente, en Estados Unidos. Este flujo de efectivo, fruto del esfuerzo, desvelos y constancia de los compatriotas, ha alcanzado máximos históricos en el último año, lo cual obliga al Estado a prestarles mejor atención a sus trámites consulares, apoyo legal y emisión de documentos de identificación personal.
Si bien las remesas en dólares no se desglosan detalladamente en la observación del PIB, queda claro que el incremento de este ingreso, dirigido sobre todo a familiares, tiene un impacto directo, por ejemplo, en la construcción, ampliación o remodelación de viviendas. No obstante, también hay un fuerte aporte de construcciones verticales destinadas a residencias, oficinas o complejos comerciales.
Ahora bien, esta bonanza constituye un verdadero acicate para que el Gobierno corrija los entuertos del proceso de vacunación, que comienzan por la tardía aprobación de la ley respectiva y que a la vez retrasaron la llegada de donaciones. Por aparte, es tiempo de reconocer públicamente las deficiencias y lesividades del contrato de compra de dosis rusas, cuya cifra de entrega es considerablemente menor a la de las donadas por otros países. Tal aclaración podría permitir una mejor y más amplia campaña de inmunización, a fin de proteger a los responsables del esfuerzo sobre el cual descansa cualquier expectativa de crecimiento: los trabajadores guatemaltecos.
El buen desempeño de los sectores mencionados contrasta, por supuesto, con las penurias que continúa afrontando el sector turístico del país, no solo en cuanto a la actividad hotelera, sino todos sus derivados: restaurantes, servicios de guía y transporte, ventas de artesanías y toda la derrama económica que genera la llegada de visitantes extranjeros, hoy diezmada por los temores aún no disipados del coronavirus. Las políticas implementadas hasta ahora para ayudar a las empresas turísticas son insuficientes. Es tiempo de recuperar espacio, sobre todo respecto de destinos ecoturísticos en condiciones sanitarias seguras, pero para ello, nuevamente, la vacunación es crítica.