EDITORIAL

Clamor valiente de ciudadanos en Cuba

Inesperadas pero muy efusivas, elocuentes y multitudinarias fueron las manifestaciones ciudadanas en Cuba, para exigir democracia. Destacaron las consignas de “abajo la dictadura” y “patria y vida”, como un clamor de libertad, renovación institucional y, sobre todo, una transformación pacífica del modelo cuyas riendas tuvieron por seis décadas los hermanos Fidel y Raúl Castro, cuyo deceso y salida del poder, respectivamente, no han representado mayores cambios.

Si bien es cierto que en dicho país existen innegables avances en ciencia, medicina y educación, queda claro que ello no es suficiente. La precaria situación económica de millones de cubanos, así como la falta de garantías democráticas durante tantas décadas, han llevado a buena parte de la población a un punto de hartazgo que la ha sacado a las calles, una acción valiente que la expone a duras represalias del gobierno encabezado por Miguel Mario Díaz-Canel, quien prácticamente dio la orden de ataque en contra de quienes expresan sus legítimos anhelos de libertad.

Bajo eufemismos como “respuesta revolucionaria”, Díaz-Canel emitió una orden represiva, no solo a las fuerzas policiales y militares, sino también a otra parte de la población que considera fiel a sus mandatos, un llamado a la confrontación totalmente indigno de cualquier jefe de Estado y que solo es equiparable al de gobiernos despóticos como la Venezuela de Nicolás Maduro o la Nicaragua de Daniel Ortega.

La democracia no es un sistema perfecto y está expuesto a fallos; es una construcción humana, sujeta a fragilidades y veleidades. Los países de Latinoamérica han padecido los fiascos de políticos, caudillos y hasta de supuestos revolucionarios que, una vez en el poder, se ocuparon solo de mantenerlo a toda costa y a cualquier precio, aunque ello represente pobreza, hambre y rezago para los habitantes. No obstante, los ciclos históricos muestran que tarde o temprano llega el momento de la recomposición institucional y de la fuerza ciudadana unificada en contra de abusos, negligencias, secretismos o pactos de oscuras conveniencias.

Como se ha sostenido en este espacio, las tiranías no tienen color ni lado político, son simples y llanos despotismos, ataviados con un conjunto de rituales, consignas vacías y pretextos que quedan al descubierto por sus siempre previsibles prácticas dictatoriales. En ocasiones las argucias pueden llegar a copar instituciones públicas para romper el balance de pesos y contrapesos. Un vergonzoso ejemplo de ello es la maniobra orteguiana de captura, bajo acusaciones espurias y casuísticas, de críticos, opositores y posibles contendientes presidenciales en las próximas elecciones nicaragüenses, en un ciego y absurdo intento de ser el único candidato, acción que genera creciente rechazo internacional y que terminará por la misma salida, aunque de manera cada vez más grave.

Cualquier medida represiva del gobierno cubano en contra de los manifestantes debe ser repudiada por la comunidad internacional, pero no solo allí, también en cualquier país en donde las libertades sean conculcadas, amenazadas o cercenadas en favor de un grupo. Es por ello que resulta tan lúcido e inteligente el reclamo de “patria y vida”, precisamente porque no hay ni una ni otra en todo gobierno intolerante, negligente, mentiroso o coludido con fuerzas violentas para asegurar una falsa hegemonía.

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