EDITORIAL

Cordura debe imperar

Ya que se trataba de una manifestación anunciada, resultó muy lógico y esperado el cordón policial en las proximidades del Palacio Nacional, para protegerlo como patrimonio nacional que es. Frente al cual se congregaron cientos de personas de todas edades, con banderas, pancartas, gritos, cornetas y la correspondiente indignación desatada a causa del exorbitante y cuestionado presupuesto del 2021, avalado con premeditación y nocturnidad por la alianza oficialista.

En el edificio del Congreso también había una veintena de policías, que permanecieron extrañamente impávidos o impotentes mientras un grupo de manifestantes, notoriamente distintos a los de la Plaza, empezó a quebrar vidrios del Palacio Legislativo y a pintarrajear sus muros, tras lo cual vino el incendio en una de las oficinas. Los policías, claramente se ve en las fotografías, seguían a la entrada del mismo cuando las llamas salían por una de las ventanas.

Poco después, el grupo de bochincheros logró forzar la enorme puerta del Palacio Legislativo. Continuaron con los destrozos, condenables, innecesarios y absurdos. Tuvieron tiempo suficiente mientras llegaban refuerzos del batallón antimotines, que pasaron varias horas tratando de dispersarlos. En ese intento, condujeron a una parte de ese grupo de encapuchados hasta la Plaza de la Constitución, en donde proseguía la otra manifestación, pacífica. Ciudadanos de este grupo también se vieron afectados por gases lacrimógenos lanzados contra los beligerantes.

Es condenable la torpeza, la tozudez y la carencia de liderazgo de los dirigentes de la marcha anárquica. Son inútiles las pintas, los destrozos y destrucción de bienes públicos. No aportan en nada a la transformación del país, resultan contraproducentes y generan miedo en la ciudadanía. No es posible comprobar si se trató de un sabotaje o de un intento deliberado por enturbiar la convocatoria pacífica. Ahora bien, las fuerzas policiales actuaron de forma bastante caótica, improvisada e incluso poniendo en riesgo a quienes estaban en la Plaza de la Constitución, ya se tratara de manifestantes o transeúntes. Para otras ocasiones con visos de manifestación, se fijan férreos cordones de seguridad con bardas y suficiente personal.

En este contexto, el presidente de la República debe inspirar cordura y comportarse acorde con su calidad de representante de la unidad nacional. Giammattei todavía tiene la posibilidad de dar un golpe de timón en favor del país. Primero, debe vetar el presupuesto y recurrir al apoyo de destacados economistas e institutos de investigación para plantear los ahorros, las eficiencias de recursos y los mecanismos de transparencia para que el Congreso vuelva a conocerlo con una discusión centrada en el bien común. Segundo, debe acceder a auditar la gestión de ministros y secretarios, así como efectuar las correcciones necesarias. Tercero, debe lanzar un mensaje de conciliación, y no de confrontación. Cuarto, recordar que fue electo en binomio con el vicepresidente, por lo cual deben sentarse a resolver sus diferencias y tener acuerdos básicos: por institucionalidad, por profesionalismo y para honrar la oferta electoral hecha en campaña.

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