Editorial
Creer, actuar, cambiar
Las buenas acciones siempre son de inspiración, sobre todo si el ejemplo lo captan niños y jóvenes.
Por estos días suele celebrarse, en barrios y pueblos, en zonas urbanas y aldeas de Guatemala, una tradición arraigada y de profundo significado: las posadas navideñas. Con estas se recuerda el largo viaje emprendido por la Virgen María y San José hasta la aldea de Belén. Ella estaba a punto de dar a luz al Salvador. Nadie les brindaba albergue, mucho menos auxilio en el parto más trascendental porque partió en dos la historia: antes de Cristo y después de Cristo.
Por fin, alguien, compadecido, les ofreció lugar en un establo. Quizá es poco, quizá lo único que tenía, y en aquel lugar brilló la luz, cantaron los ángeles y llegaron los pastores con ofrendas humildes. Todo ello se recuerda en el recorrido de la andarilla con las imágenes de los peregrinos, que buscan y encuentran simbólico refugio en hogares. Pero, junto a la conmemoración de la Natividad, existen personas, empresas, iglesias, fundaciones y grupos de vecinos, así como migrantes guatemaltecos, que donan alimentos a entidades benéficas, despensas a hogares de escasos recursos y obsequios a los niños.
No es algo nuevo, pero sí un gesto que refleja la capacidad innata del ser humano de compartir lo que tiene, incluyendo su servicio a los demás. Visitas a hogares de ancianos, a hospitales, a refugios donde se cuida a niños sin padres o víctimas de violencia también forman parte de esas demostraciones que no se limitan a la temporada navideña y que a menudo se hacen sin bombos ni platillos. Existen, sí, ciertos personajes, usualmente politiqueros y funcionarios clientelistas que pregonan actos similares para promover su figura, que en efecto implican un beneficio para los recipiendarios, pero la intención queda en entredicho: ya es una cuestión de moral si hay un interés ulterior.
En todo caso, las buenas acciones siempre son de inspiración, sobre todo si el ejemplo lo captan niños y jóvenes, que a su vez se vuelven multiplicadores de tales creencias convertidas en acciones que también detonan cambios positivos. Estos actos de impacto virtuoso no se limitan a la dádiva genuina, sino también al cuidado de la naturaleza, la enseñanza de habilidades artísticas, laborales o tecnológicas, mediante voluntariados en la comunidad próxima.
En estos tiempos llenos de relativismos, desinformación, polarizaciones inducidas o simple y llana indiferencia ante el dolor ajeno, existen muchos guatemaltecos, de todas las edades, que deciden creer, actuar y cambiar. Podemos llamarlo caridad, desde la visión de fe, o solidaridad, desde una óptica humanista: no importa el nombre, sino la sinceridad y el efecto que tendrá la acción concreta en favor del vecino, del amigo, del connacional y también de alguien a quien no se conoce.
En estos tiempos se han observado lamentables usos excesivos de fuerza por parte de agentes federales de Estados Unidos en contra de migrantes, incluso mujeres. No vamos a describir esas escenas, son de dominio público y suelen denotar prejuicios, xenofobia o perfilación racial. Pero así también hay personas, grupos, voces que se yerguen para interceder, defender y señalar tan censurables conductas, lo cual inclusive ha significado detención y cárcel, por hacer lo correcto. La Sagrada Familia también fue perseguida, pero siempre hubo alguien que le ayudó: con algo tan sencillo como cederle lugar en un establo.