EDITORIAL
Decepción ciudadana conduce a lógico relevo
No hay que tener dos dedos de frente para entender que, en un contexto democrático, cuando un gobierno incumple sus ofrecimientos y no genera las condiciones mínimas de bienestar para la población, la competitividad y la estabilidad económica, no puede sino recibir —tarde o temprano— el rechazo ciudadano en las urnas. Este inevitable resultado se acaba de verificar en Argentina, donde el candidato libertario Javier Milei es el virtual ganador del balotaje por la presidencia, después de un período de Alberto Fernández, quien a su vez recogió los descontentos contra su antecesor Mauricio Macri, conservador de derecha y aliado clave de Milei en segunda vuelta.
El candidato oficialista Sergio Massa tuvo anoche la entereza y la madurez de reconocer la derrota y felicitar a su contrincante. Lejos de caer en alegatos fatuos de fraude, que solo prolongarían el bochorno del gobierno saliente, el expresidente del Congreso, quien había quedado en primer lugar en la primera vuelta, optó por el fundamental respecto a la soberana voluntad de la ciudadanía. Resistirse a las cifras preliminares hubiese sido solo un negacionismo desgastante y falto de educación cívica.
De esa cuenta, el 10 de diciembre Milei asumirá la presidencia de la nación argentina, en condiciones desafiantes. Si bien la inflación ha aquejado a Argentina desde hace una década, alcanzó uno de sus picos más graves este año. En el 2019 el alza de precios era del 53%, pero en septiembre último llegó a 138%. El índice de pobreza era del 35% en el 2019 y alcanzó el 40% en la primera mitad de este año, con una deuda pública superior a los US$45 mil millones, que a su vez fue herencia de sucesivos gastos desfinanciados de gobiernos de izquierda y de derecha.
El economista Milei atrajo preferencias con propuestas radicales cuya viabilidad está por verse, no solo por su efectividad real, sino porque su bancada legislativa es reducida, aunque, a la vez, esto constituye un ariete perfecto para poner presión a los congresistas del peronismo-kirchnerismo. El discurso agresivo del ahora mandatario electo, quien se vendió como un irreverente y desenfadado outsider, se verá puesto a prueba ante la enorme expectativa despertada en medio de una agobiante crisis. Decir esto no es, en manera alguna, una descalificación, pero una vez en el poder se necesitará más que crítica a los adversarios, a los poderes estatales y a las políticas financieras, comerciales, monetarias y crediticias.
Entre las principales propuestas, que ahora son compromisos adquiridos con toda la población argentina, Milei dijo que cerraría el Banco Central, reduciría el gasto público a través de la supresión de 10 de los 18 ministerios, además de otros entes estatales; liberaría la compraventa de la divisa estadounidense y dolarizaría la economía —algo que, a su criterio, es “recontrafácil”—. Todo ello forma parte de los pilares del plan del futuro gobernante.
Con un 56% de votos a favor del partido La Libertad Avanza y un 95% de sufragios escrutados se confirma el relevo en el Ejecutivo argentino. La democracia en dicho país no ha sido perfecta ni ha dado todos los resultados esperados, pero sigue siendo el mayor valor y activo político, porque permite, potencia y refleja la expresión ciudadana. Ningún político ni ninguna agrupación pueden solos con una carga tan grande y ahí radica el siguiente desafío: pasar de candidato a depositario de la unidad nacional. Puede sostener su personalidad y métodos, pero dentro de los marcos legales y constitucionales que hoy le dan acceso al poder.