Editorial

Dependencia nacional de dos carreteras

Aunque las autoridades ofrecieron construir unas bardas, el riesgo de eventos similares persiste, debido a la topografía del terreno.

Sin titubeos se puede afirmar que las carreteras Puerto Barrios-Guatemala y Guatemala-Puerto Quetzal constituyen la columna vertebral logística de la Nación. Por ellas transita el haber nacional de exportaciones y también las importaciones de mercancías, materias primas y combustibles —gasolinas y propano—. En este momento, ambas presentan lesiones que constituyen fuertes alertas sobre las consecuencias de la falta de mantenimiento, demora en reparación y descuido en la vigilancia de vulnerabilidades de ambas rutas. No son los primeros avisos.


Ya han ocurrido cortes temporales previos, sobre todo como consecuencia de sucesos climáticos, pero cada vez son más fuertes los costos debido al aumento de la actividad económica, crecimiento del parque vehicular y falta de rutas verdaderamente alternas. No estamos hablando de caminitos vecinales empinados y sinuosos, sino de auténticas carreteras que posibiliten un desfogue del transporte de personas y pasajeros en caso de emergencia. No las hay.


El socavón en la autopista Palín-Escuintla, aún sin reparación definitiva, desnudó el descuido que rodeó a ese tramo incluso cuando estuvo concesionado, pero sobre todo reveló la insuficiencia de la antigua carretera de dos carriles o de la Ruta Nacional 14. Al menos existía ese par de opciones complicadas. En la ruta al Atlántico no es así. El derrumbe de un cerro en el kilómetro 61, el domingo último, dejó un bloqueo total que duró más de 24 horas y que sigue causando limitaciones al paso de vehículos. Aunque las autoridades ofrecieron construir unas bardas, el riesgo de eventos similares persiste, debido a la topografía del terreno. Desde su inauguración, en 1959 ,no se han creado interconexiones.


Los trabajos efectuados durante la ampliación de dicha carretera a cuatro carriles, con donación de Taiwán, atajaron buena parte del problema, al hacerse escalonamientos y protección con mallas metálicas; sin embargo, la constante vibración y la composición del suelo condujeron al derrumbe mencionado, afortunadamente sin víctimas. Decenas de conductores pernoctaron en fila ante la imposibilidad de poder retroceder o cambiar de camino. Quienes pudieron optaron por desviarse desde Zacapa o Chiquimula hacia Jutiapa, en busca de la capital.


Esta limitación pone de manifiesto la larga inercia en que sucesivos gobiernos han manejado la red vial; ciertamente, la topografía nacional no permite grandes libertades, pero a estas alturas de la historia debería existir una ruta alterna terminada entre las Verapaces y la capital, vía las Canoas, pero no la hay.


El énfasis en la ruta Interoceánica no reduce en manera alguna la importancia crucial de tramos como la ruta CA-2 Oriente y Occidente, que atraviesa la bocacosta de frontera a frontera y que la sinvergüenzada de funcionarios podridos convirtió en el fraude Odebrecht. La carretera Interamericana y las dos conexiones entre el altiplano y la costa (ruta Cito-Zarco y Patulul-Godínez) deberían ser útiles opciones de desfogue, pero no funcionan como tales, a causa de la miopía y la negligencia.


Solo resta esperar que las autoridades actuales sean capaces de reducir el riesgo de más derrumbes en las curvas de La Chifurnia, de terminar cuanto antes la reparación en Palín y de trazar en serio el resto del Anillo Regional, que ayudaría a disminuir la onerosa dependencia actual de la conexión interportuaria y mencionada, de obligado paso por la capital.

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