EDITORIAL

Destino reinventado

Hoy es el Día Mundial del Turismo pero, dado el impacto que la pandemia ha traído sobre esa industria, no es una ocasión para celebrar: miles de empleos directos e indirectos se han perdido y hay muchos todavía en riesgo. La reactivación da un hálito de esperanza, pero esto no basta para recuperar el aliento de una actividad económica que tiene múltiples implicaciones en varios rubros, desde el suministro de alimentos, la venta de servicios complementarios de video, arrendamiento de mobiliario o el transporte de personas y la venta de productos artesanales de todo tipo que son el pilar económico de muchas familias.

El plan de reactivación turística lanzado hace dos semanas quedó opacado por la confusión sobre restricciones y cambios anunciados la misma mañana en que el Instituto Guatemalteco de Turismo hacía su evento de presentación. En todo caso, es necesario relanzar esta iniciativa para remarcar su importancia y convertir el turismo sano y seguro en un potencial de desarrollo durante la nueva normalidad.

Guatemala posee uno de los tesoros naturales más grandes de la región: bosques tropicales, de coníferas y también nubosos. Se necesita protegerlos ya del asedio de taladores ilegales o bien de aquellos que obtienen supuestos permisos oficiales para depredar zonas que deben estar bajo un régimen especial, ya que constituyen un patrimonio de futuro.

Son décadas las que lleva que un árbol crezca, y no se diga si se trata de un bosque completo que haya sido arrasado. Esta circunstancia multiplica el valor de los parques nacionales y áreas protegidas, que pueden ser aprovechados para el turismo ecológico o agroindustrial, con amplias posibilidades de distanciamiento y muchas oportunidades de ofrecer experiencias inolvidables a los visitantes, con impacto positivo para las comunidades cercanas.

Lo mismo cabe decir de las playas del Pacífico, usualmente abarrotadas en la época de verano, pero prácticamente desiertas el resto del año, sobre todo aquellas del occidente del litoral, las cuales pueden convertirse en destinos exóticos, ecológicos y tranquilos, obviamente bajo un plan de resguardo policial especialmente diseñado para que el país se posicione a escala global.
No pueden dejar de mencionarse los destinos arqueológicos, de aviturismo, ciclismo de montaña y exploración de volcanes, segmentos que son hábilmente explotados por otros países con mucho menos bosques y paisajes deslumbrantes que nuestro país. A través de protocolos serios, logística de viajes seguros, capacitación comunitaria y monitoreo de la calidad del servicio se puede reinventar la vivencia turística guatemalteca, tanto para locales como para extranjeros.
Es importante la conjunción de esfuerzos oficiales y privados, en un diálogo permanente, ágil y moderno que permita el aprendizaje continuo y el aprovechamiento del tesoro cultural guatemalteco. En este diálogo deben participar las comunidades, que pueden llegar a ser anfitriones naturales de su propio entorno. Grandes destinos turísticos globales se encuentran cerrados, y ello marca una oportunidad para intentar estrategias diferentes.

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