EDITORIAL
Dignos exponentes del potencial de Guatemala
En verdad fue fácil establecer la nominación de perfiles de guatemaltecos cuyos valores y acciones los convierten en ejemplo para la serie Bien Hecho, la cual se incluye en estos días en Prensa Libre. Lo difícil fue elegir las seis historias que saldrían publicadas, cuyo fin es exaltar méritos para generar una inspiración positiva. Son aportes y logros que procuran plasmar un arquetipo de excelencia guatemalteca, registrado a través de noticias y reportajes, a lo largo del año que finaliza.
Usualmente se había publicado la serie de Bien Hecho en campos como la proyección social, la ciencia y el mundo empresarial, como una antesala a la divulgación del Personaje del Año. A causa de la distribución de días entre Navidad y Año Nuevo se lanzó primero al Personaje del 2020, que inevitablemente tomó un carácter colectivo al abarcar a todo el personal en primera línea en el combate al covid-19: médicos, enfermeras, laboratoristas, bomberos y trabajadores de apoyo hospitalario. Sin embargo, el orden de los factores no altera el producto y la serie de perfiles de Bien Hecho publicados desde ayer también reflejan afán de servicio, anhelo de progreso y actitud propositiva en áreas diversas.
Es preciso multiplicar ese espíritu de innovación, replicar esa inquietud por transformar realidades, seguir esas aspiraciones de marcar un parteaguas en la historia nacional desde el propio esfuerzo, del aporte personal y de los grandes sueños. Hay más historias dignas de ser contadas, pero las que se destacan esta semana fueron seleccionadas para cerrar el año con un broche de optimismo. Con mucha frecuencia, por desgracia, se llega a comparar a la sociedad guatemalteca con una cubeta de cangrejos: cuando uno intenta salir, otros lo jalan de regreso. Es una metáfora dolorosa y una generalización injusta que no corresponde a nuestra idiosincrasia. Sin embargo, la única manera de desvanecerla es aprender a alegrarnos con el éxito y el merecido encomio a otros.
Niños y jóvenes deben aprender a admirar modelos concretos de realización personal mediante el trabajo, la excelencia y la creatividad. Deben convencerse de que el éxito no es fruto de la casualidad ni de la suerte, sino del esfuerzo constante y de los duros aprendizajes obtenidos a costa de fracasos. Todos los protagonistas del Bien Hecho 2020 han pasado apuros y experimentado desaliento e incomprensión, pero no buscan adulación sino convicciones, no persiguen la fama sino la transformación.
Esta actitud asertiva, auténtica y proactiva marca la diferencia respecto de aquellos que se obsesionan por el elogio gratuito, como los politiqueros y demagogos que solo se ocupan de mantener apariencias y cumplir con legalismos. Hay funcionarios que exigen alabanzas por desempeñar con eficiencia un cargo público, olvidando que es su harta obligación.
La generosidad de quienes se organizaron para repartir víveres y alimentos, el sentido del deber que llevó al profesor Lalito a trasladar el aula hasta las aldeas de sus alumnos, el anhelo que motiva a la bióloga Andrea del Valle a buscar una cura contra el cáncer con claves de medicina maya ancestral, el entusiasmo ante la vida manifestado por Fabio el Lobo Vásquez o el afán de innovación empresarial de Lorena Arathoon no se pueden apreciar como aspectos discordantes. Por el contrario, son facetas de una identidad llena de posibilidades y talentos que puede trazar un rumbo diferente para la historia guatemalteca.