EDITORIAL

EE. UU. estornuda y a nosotros nos da resfrío

En efecto, la expresión coloquial “Cuando Estados Unidos estornuda, el mundo se resfría” alude a los efectos internacionales que pueden tener los entuertos económicos de la potencia del Norte, que para el caso de Guatemala resulta ser el socio comercial más importante y el territorio desde el cual millones de connacionales envían remesas, que representan la mayor proporción del producto interno bruto: prácticamente una quinta parte, que ha sido esencial para mantener en pie el equilibrio macroeconómico nacional y que inyecta importantes recursos al mercado de consumo, construcción y ahorro.

El anuncio de una recesión técnica en Estados Unidos, tras oficializarse la secuencia de dos trimestres sin crecimiento económico, es una señal de alarma esperada, mas no deseada, pues podría ser el presagio de complicaciones mayores, las cuales podrían llegar a impactar en el mercado laboral donde los migrantes guatemaltecos se desempeñan y en el costo de vida, que tiene directa incidencia en el monto de dólares que podrán enviar a sus familiares.

Pero ese es solo uno de los efectos que podría tener la caída del crecimiento estadounidense, en un entorno de alza de precios que no se había visto en más de 40 años, detonada por el impacto económico de la agresión rusa a Ucrania, el aumento en los precios de combustibles y alimentos, la crisis logística portuaria y las consecuentes complicaciones en la cadena de suministros causadas por los confinamientos en China, además de los efectos colaterales de la inyección monetaria de ayuda gubernamental por pandemia. Para contrarrestar la inflación, la Reserva Federal ha subido paulatinamente sus tasas de interés, una medida que se refleja ya en el costo de créditos bancarios en Guatemala.

Es difícil predecir el impacto en las remesas porque en coyunturas difíciles previas, como la política migratoria impuesta por Donald Trump o la pandemia misma, dichos envíos mantuvieron su tendencia al alza. Sin embargo, el costo de los créditos, que no había tenido alzas de este tipo en más de una década, sí podría representar un valladar adicional para los connacionales.

Para evitar un “resfrío” o, peor aún, una “gripe” de la economía nacional, las autoridades del país deben abordar con la seriedad del caso el inédito cuadro actual y trazar escenarios de riesgo u oportunidad para sectores productivos, sobre todo para los exportadores, a fin de aprovechar mejor las ventajas competitivas del territorio. El análisis debe abarcar el financiamiento mismo del Estado, que hoy por hoy es ampliamente deficitario y dispendioso, un estilo de gestión que no tiene futuro alguno, incluso en condiciones globales más favorables. Cualquier endeudamiento adicional para financiar gasto público tendrá un costo mayor y solo complicará una deuda pública de por sí abultada.

La ciudadanía misma está en la búsqueda de eficiencias del gasto familiar, así como de oportunidades para generar ingresos adicionales a través de emprendimientos hiperlocales. Impulsar este tipo de consumo y apoyarlo mediante regímenes fiscales adecuados puede dar lugar a círculos virtuosos de competitividad regional y a sinergias responsables entre empresas pequeñas, medianas y grandes. El objetivo en este momento es mantener la calma, pero estar preparados para un posible vendaval sobre costos, rendimientos, circulación de mercancías y demanda de servicios. Para ello se necesita liderazgo sereno, con visión prospectiva y los pies bien puestos en la realidad.

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