EDITORIAL

El enorme potencial del emprendimiento

El Estado no genera riqueza, solo funciona a base de lo que aportan quienes sí la generan: léase, empleados asalariados, empresarios y trabajadores por cuenta propia, un sector que abarca toda clase de actividades, a menudo individuales o familiares. Usualmente se trata de comerciantes, pero en la última década se ha diversificado la cantidad de bienes y servicios ofrecidos a través de los llamados emprendimientos, un término que evoca el afán por aportar algo nuevo, por emprender una nueva ruta y por ofrecer innovaciones en un mercado altamente competitivo a pesar de las adversidades.

La crisis económica generada por la pandemia, con la consiguiente pérdida de empleos formales, ha conducido a un aumento de emprendedores, que cada vez aprovechan con más frecuencia las posibilidades que ofrecen los medios digitales para divulgar, cobrar y enviar su mercancía. Artesanos, profesionales, técnicos y también expertos en oficios como la albañilería, herrería, mecánica, repostería y tantos más figuran dentro de los campos que poco a poco se han visto nutridos de opciones, cada vez más creativas o personalizadas, en el intento de tratar de ganar clientes.

El guatemalteco siempre se ha caracterizado por su actitud de trabajo, perseverancia y entusiasmo. Cabe señalar que algunas de las grandes marcas nacionales surgieron hace décadas como emprendimientos personales o familiares. Cada historia, obviamente, es distinta, y por ello también hay que señalar que la gran mayoría de pequeños negocios no logra consolidarse y tienen una vida promedio de tres años. Así también se da el caso de una permanencia en la informalidad, es decir, que no están inscritas fiscalmente.

Se calcula que de cada cien guatemaltecos en edad productiva, el 70% trabaja en la economía informal: una proporción que ha crecido debido a deficiencias estatales, a desconfianza, indiferencia o simple desconocimiento sobre cómo formalizar un negocio personal. Aún así, se calcula que ese sector no registrado aportó en el 2019 el 22% del producto interno bruto, según el Banguat.

El más reciente informe del Monitor Global de Emprendimiento, presentado por la Universidad Francisco Marroquín, señala que el 44% de emprendedores no se formaliza debido a que no cree recibir beneficio alguno en hacerlo; otro grupo, el 17%, considera que resulta “caro” operar formalmente, es decir, reportar impuestos, y otro 17% argumenta que no sabe cómo incorporarse a la formalidad. En ese sentido, es necesario efectuar un serio trabajo gubernamental, a fin de crear incentivos para la formalización de empresas incipientes, brindar asesoría gratuita para la expansión o especialización, reducir la tramitología y facilitar el cumplimiento de obligaciones fiscales. Así también, es necesario generar confianza a través de la transparencia en el uso de recursos públicos.

Existe mucho talento entre la juventud para crear productos innovadores, que pueden llegar incluso a exportarse. Ello precisa de conocimientos de escalabilidad, cadenas de valor y de estar inscritos en el registro fiscal, a fin de poder recibir créditos, participar en rondas de negocios o en programas de apoyo ofrecidos por países cooperantes o entidades internacionales. Se deben abrir las puertas a estos nuevos talentos, cuyo éxito redundará no solo en su propio progreso, sino en la apertura de futuras plazas laborales.

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