Editorial
Emergencia de salud personal y nacional
Nadie está 100% a salvo de una picadura de insecto portador.
El problema es continental. Causado por un bicho ínfimo que pulula en áreas tropicales, las cuales, a causa del cambio climático, se han extendido y alcanzan zonas que antes estaban a salvo. El zancudo transmisor del virus del dengue es una amenaza colosal. La Organización Panamericana de la Salud dictaminó desde hace unos tres meses que la de este año es la peor temporada de dengue de la historia, por la alta incidencia de reportes: hasta el 26 de mayo se registraba un total de siete millones 327 mil 521 pacientes sospechosos de dengue: una incidencia de 776 casos por 100,000 hab. Para dimensionar el impacto, se debe decir que el incremento es de 243% respecto del mismo período de 2023 y de 445% en relación con el promedio de los últimos 5 años.
A nivel local, hasta el 11 de mayo se habían reportado 18 mil 256 casos. Ese número prácticamente quintuplica las cifras del mismo período de 2023, lo cual confirma las proporciones de alza detectadas por la OPS. En mayo del año pasado iban tres mil 140 casos. En promedio, cada día se diagnostica a 180 personas que padecen el cuadro característico de fiebre, náuseas, sarpullido y dolor de cuerpo, articulaciones y huesos. Lamentablemente también se registran ya 12 decesos por esta causa.
Existen reportes de síntomas de esta enfermedad desde tiempos precristianos, aunque sin tipificar. Su expansión a varias regiones del mundo, según historiadores, pudo haberse dado a partir del siglo XV, cuando se incrementaron los viajes mercantes entre África, Asia, Europa y América. El origen de la palabra “dengue” es desconocido, pero suele vincularse con una expresión en idioma suahili: ka-dinga pepo, que describía un molesto mal corporal causado por un “fantasma”.
Por muchos años se ignoró el vector de transmisión de este virus, y, ciertamente, casi parece un “fantasma”, chirriante, molesto, desesperante: el mosquito Aedes aegypti, cuya conexión con la enfermedad se describió a finales del siglo XIX y desde entonces se emprendió una batalla en su contra, que evidentemente no tiene visos de triunfo. De hecho, los efectos del calentamiento global y los desbalances en los regímenes de lluvias que a menudo dejan grandes inundaciones figuran entre los factores que favorecen la proliferación de este gran enemigo de la salud.
Los gobiernos y las instituciones científicas tienen el desafío de emprender campañas de erradicación con los recursos actuales, pero también concursos y convocatorias de becas de investigación para encontrar nuevas armas en contra del zancudo. Debido a que se trata de un cuadro viral, solo se pueden administrar paliativos a los pacientes, pues el sistema inmunológico es el que se ve puesto a prueba con la infección. Cabe añadir que dicho insecto también puede transmitir los virus del zika y la chikungunya, que exhiben síntomas severos.
En los planteles educativos de todo nivel se deben promover las acciones más accesibles de erradicación: vaciar envases o cualquier repositorio de agua no potable (como llantas viejas, vasos plásticos, bolsas mal desechadas) y tapar bien los recipientes de almacenamiento como toneles, pilas o tanques. Y si esto se enseña en las escuelas, es necesaria, hoy más que nunca, una campaña de difusión a gran escala, por medios oficiales y públicos. Tómese en cuenta que los mejores aliados del Aedes aegypti son la ignorancia, el descuido y la indiferencia. Nadie está 100% a salvo de una picadura de insecto portador y, por tanto, hay que frenarlo como un problema de interés y seguridad personal.