Editorial

En Guatemala también se da el “huachicol”

Este huachicol guatemalteco es una obvia modalidad de lavado de dinero de mafias vinculadas al trasiego de drogas, mercancías, personas y armas.

Siguen proliferando en la ruta CA-2 Sur, sobre todo entre Escuintla y la frontera con México, precarias chinamas de compraventa de combustible, en su mayoría, diésel. De noche también es posible identificarlas porque usan candiles que pasan toda la noche encendidos. Estos improvisados puestos infringen varios incisos del artículo 39 de la Ley de Hidrocarburos, que prohíbe “efectuar operaciones de almacenaje… expendio, envasado, trasiego de productos de petróleo sin poseer la respectiva licencia”, “adulterar los productos petroleros para su comercialización” y exige “cumplir con especificaciones de calidad”. Esas champas con bidones de combustible se han ido extendiendo, primero hasta Palín y ahora se pueden ver en Amatitlán, pero ya empiezan a surgir en otras rutas del país.


Uno de los atractivos perversos de esta modalidad ilícita es el precio, que puede ser hasta un 30% menor que el de los combustibles adquiridos en gasolineras. Y ello mismo denota su origen ilegal: el robo de cisternas de combustible es un azote que no solo pagan las empresas distribuidoras legítimas, sino también los consumidores. El sábado último se efectuaron allanamientos en Quetzaltenango, Huehuetenango y Escuintla que dejaron al descubierto la operación de una banda criminal dedicada al atraco de camiones cisterna en la ruta desde Puerto Quetzal, los cuales son llevados a puntos desolados, donde se descarga el combustible en recipientes menores.


En México, este delito suele darse directamente desde tuberías de la empresa petrolera estatal o desde barcos, y allá se le denomina popularmente “huachicol”, término maya que otrora aludía a la adulteración de bebidas alcohólicas y se trasladó al ámbito de los hidrocarburos, pero es, en esencia, un simple y vulgar robo.


Lamentablemente, en territorio guatemalteco ocurre el robo de diésel de los propios tanques de aprovisionamiento de camiones de transporte pesado. No pocas empresas han instalado sistemas de GPS, para detectar paradas sospechosas, o bien equipos digitales, para monitorear kilometraje y consumo, a fin de frenar esta pérdida. Sin embargo, esto, a su vez, ha llevado a urdir sofisticados mecanismos de extracción sobre la marcha. No es una práctica generalizada en el gremio de los conductores, pues la mayoría de ellos son honrados y éticos; pero es innegable su existencia.


Entre 2024 y 2025, el Ministerio de Energía y Minas también ha denunciado la existencia de “miniestaciones” ilegales de despacho de gasolina, sobre todo en el área de Huehuetenango, Quiché, Sololá, Chimaltenango y Guatemala. Básicamente se trata de pequeños tanques con un sistema de despacho integrado que no cuentan con ninguna autorización. Igual que las champas expendedoras, son una competencia desleal. ¿Cómo no van a ofrecer precios más bajos si es producto robado, no reportan impuestos y no pagan el salario mínimo a sus trabajadores?

El problema es grande y seguirá en aumento mientras las autoridades de gobierno y las municipalidades sigan permitiendo su existencia. Sin embargo, la laxitud que les ha permitido expandirse podría connotar conexiones con algunas autoridades locales. Además, este huachicol guatemalteco es una obvia modalidad de lavado de dinero de mafias vinculadas al trasiego de drogas, mercancías, personas y armas. No existe justificación alguna para tolerar su continuidad, y desde ya debería emitirse una orden perentoria para la remoción de estos puestos, que son luz de la calle y oscuridad evidente de sus mecanismos de aprovisionamiento.

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