EDITORIAL
En la tardanza está el peligro, reza el dicho
A la luz de los resultados se hace cada vez más evidente la tardía, improvisada y deficiente gestión, tanto del Ejecutivo como del Legislativo, en lo referente a la adquisición de vacunas contra el covid-19, un recurso que ya comenzaba a vislumbrarse desde septiembre último, cuando empezaron las primeras pruebas de diversos laboratorios y que ya para el 8 de diciembre era un hecho, cuando se vacunó a una mujer de 90 años en el Reino Unido.
Se hablaba entonces con mucha esperanza de la participación del mecanismo Covax, por intermedio de la Organización Mundial de la Salud, que representaba la posibilidad de tener al menos una cuota de dosis para inmunizar al personal de primera línea: médicos, enfermeras, bomberos, policías y trabajadores de servicio a pacientes. Sin embargo, aún no se tiene fecha para la llegada del primer lote. Primero se dijo que sería a finales de enero, luego que a mediados de febrero. Estamos allí, y la espera se hace indefinida, al punto de que ni el propio Ministerio de Salud puede dar un día tentativo.
Algunos países de la región, como Costa Rica, El Salvador y México se dieron a la tarea de contactar directamente a laboratorios productores de vacunas para solicitar dosis y entregar adelantos de pago, con una actitud seria, proactiva y congruente que las autoridades guatemaltecas no han mostrado. De alguna manera volvió a repetirse lo ocurrido en el 2020, cuando los hospitales para la atención de covid-19 se quedaron sin insumos suficientes de protección para el personal y la atención de enfermos.
A este rezago también hacen su aporte los diputados al Congreso de la República, sobre todo los que integran la alianza oficialista, enfrascados en sus propias agendas cortoplacistas y polarizantes. Durante los meses más agudos de la suspensión de actividades, e incluso tras la reapertura del país, fueron incapaces de tramitar una ley de vacunas, que sigue en el limbo, relegada a un séptimo punto en la agenda de la fallida sesión de ayer, que volvió a ser toda una pérdida de tiempo para el país, pero no para las argucias, pues intentaron introducir una iniciativa para revivir el transfuguismo.
Desde la presidencia de la República, que en otras ocasiones invita a diputados afines para exhortarlos a aprobar determinadas iniciativas, no se ha producido un llamado enérgico, reclamado con la vehemencia que suele caracterizar al mandatario para replicar cuestionamientos en otros temas. Tan enérgica actitud es necesaria en este momento para hacer posible la aprobación de una ley que lleva años de rezago por culpa de legislaturas anteriores pero la actual tampoco ha sabido o no ha querido subsanar.
Debe mencionarse que existe un desbalance global en la distribución de vacunas, según lo señaló la propia Organización de Naciones Unidas. Grandes potencias han acaparado parte de la producción, y aún así países vecinos han conseguido adquirir dotaciones para comenzar a proteger a su personal hospitalario. Mientras tanto, los médicos guatemaltecos deben salir a la calle a pedir información sobre los planes para inmunizarlos, precisamente porque en ello les va la vida. Les ofrecen un simulacro, pero no fecha para protegerlos ante una amenaza que siguen combatiendo día a día. Ante tal escenario, es lógico que se recurra a cortinas de humo con el relanzamiento del tema de la pena de muerte, que por ahora, a falta de vacuna, pende aún sobre muchos guatemaltecos.