EDITORIAL

En memoria de 10,100 guatemaltecos

Diez mil 100 guatemaltecos no pudieron llegar con vida hasta el día de hoy a causa del covid-19, al menos según las cifras oficiales, pues el subregistro continúa. Hoy se cumplen 500 días desde el primer caso y deceso por coronavirus reportado en el país: un período de dura prueba para los guatemaltecos que todavía no termina y que ha puesto en relieve no solo las vulnerabilidades del sistema de Salud, sino también el talante moral de funcionarios y políticos.

Aunque el proceso de vacunación comenzó oficialmente el 25 de febrero, ha sido sensible y polémica la tardanza en la llegada de dosis adquiridas a través del mecanismo Covax —de alcance global—, pero sobre todo las compradas, mediante contrato secreto, a Rusia, por un monto de Q614 millones pagados por adelantado y de las cuales solo se ha recibido poco más del 10%. Ello ha ocasionado que la cifra de personas que han recibido el esquema completo (302,564) aún no supere siquiera el número total de casos confirmados (352,088). El proceso de vacunación solo se agilizó gracias a las 4.5 millones de dosis provistas por el gobierno estadounidense, lo cual ha permitido la apertura de más centros y de nuevos rangos de población.

En los hospitales nacionales, el mérito de la batalla sigue correspondiendo a los médicos y al personal de enfermería y de apoyo, al menos los que todavía quedan en esos centros, debido a sucesivas destituciones o falta de renovación de contratos, lo cual ha complicado la atención. A esto se suman las carencias en insumos y medicamentos, lo que las autoridades de Salud han atribuido a la escasez de ciertos fármacos en el mercado internacional. Es posible que así sea, pero a final de cuentas las explicaciones burocráticas sobran para las familias que reciben la infausta noticia del deceso de un padre, una madre, una hermana o un hijo.

Es esa dimensión humana la que ha relucido entre guatemaltecos, como siempre ocurre en la adversidad, desde aquella persona que sin alardes ayuda a alguien que pide auxilio con una bandera blanca hasta las empresas y grupos que se organizan para efectuar donaciones de equipo, víveres e insumos, incluyendo a hermanos migrantes en EE. UU. Así también, independientemente de los obstáculos para la obtención de vacunas, existen cientos de salubristas y voluntarios que trabajan en el suministro de dosis. Entre ellos cabe incluir a los soldados que colaboran con el ordenamiento para el ingreso y recepción. No hay aporte pequeño en este desafío nacional.

Pero que el optimismo no llame a confusión. La amenaza del covid-19 permanece, pues solo casi 1.4 millones de personas han recibido la primera dosis y aún está por verse la eficiencia para completar el esquema, que en el caso de la vacuna rusa el plazo es de tres meses. El Gobierno debería abstenerse de reclamar elogios por una labor que es una simple y llana obligación. Por el contrario, se necesita una profunda revisión de procesos, recursos y planificación para asegurarse de atajar las carencias hospitalarias y tener listas a tiempo las segundas dosis.

Mientras tanto, millones de guatemaltecos siguen adelante en su lucha por el sustento y la superación, a menudo con grandes sacrificios. La concurrencia a los centros de vacunación es evidencia de ello, pero también las luchas cotidianas, de las cuales se destacan cinco historias en el ejemplar de hoy, como un sencillo homenaje a quienes no pudieron llegar al momento de hacer la esperanzada fila por una vacuna.

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