EDITORIAL

En memoria de tantos guatemaltecos

Existe un bellísimo mural del maestro Dagoberto Vásquez (1922-1999) titulado Las fuentes de la vida, que este año fue declarado patrimonio cultural. En él se representa la existencia productiva de los guatemaltecos, simbolizada con el cultivo del maíz, en interacción con la tierra, el sol, la lluvia y el trabajo: toda una alegoría del armónico ideal de desarrollo para brindar la oportunidad de plenitud a cada persona nacida en este suelo. La expresión artística inspira la vitalidad y la esperanza, a pesar y en medio de las circunstancias difíciles que afronta el país.

Valga esa paradoja para exponer otra: la Constitución de la República de Guatemala establece que el Estado se organiza para proteger la vida de todos y cada uno de los guatemaltecos. Pero no todos pueden gozar de una existencia en todos sus estadíos, pues, lamentablemente, a lo largo de cada año, se registran muertes violentas de hombres y mujeres productivos, también de niños inocentes, en circunstancias que no siempre llegan a esclarecerse.

Cada 2 de noviembre se conmemora, según el santoral católico, el Día de los Santos Difuntos, un recordatorio de lo pasajera que es la vida, una ocasión para recordar con cariño a los seres amados que ya partieron a la eternidad, pero también un momento de profundo cuestionamiento acerca de por qué esa persona fue víctima de un infortunado hecho violento o de una de esas situaciones perniciosas que prevalecen en el país, tales como la desnutrición, el desabasto hospitalario, la irresponsabilidad de conductores de vehículos, autobuses o transporte pesado. Existen compatriotas que encuentran la muerte camino a la frontera estadounidense, víctimas de pandilleros, tratantes o del infausto paso por el desierto.

En el día a día de Guatemala ocurren balaceras y “ataques directos”, como se suele llamar de manera eufemística a los atentados originados por extorsión, una de las mayores causas de pérdida de vidas laboriosas, lo cual demanda mejores planes de las autoridades de Gobernación y Presidios, pero también procesos judiciales eficientes. Hasta septiembre último, las cifras de muertes violentas en el país tenían una reducción del 5% respecto del mismo período en el 2022. Aun así, el número total es de 2 mil 173; es decir, unos ocho crímenes diarios.

En otro plano, también letal, hasta septiembre se registraron 262 muertes maternas, un 40% de las cuales se concentra en cuatro departamentos: Huehuetenango, Alta Verapaz, Quiché y San Marcos. El 70% de fallecimientos es de mujeres con baja o ninguna escolaridad, Otra evidencia de la necesidad de mejor educación para salvar más vidas, no solo de las madres, sino de sus hijos. Hasta el 16 de ese mes se reportaban 42 muertes por desnutrición infantil aguda: un azote atávico que siega vidas y lastra miles de ellas con un deficiente desarrollo neurológico que redunda en menores posibilidades de aprendizaje y de competitividad laboral.

La pobreza y la precariedad también cortan vidas, como ocurrió con las 19 personas que perecieron en el deslave del asentamiento Dios es Fiel, bajo el puente El Naranjo. Se reportan más de 40 fallecidos, solo en 2023, por la vulnerabilidad climática. El país es un mural viviente en el cual brilla el trabajo de guatemaltecos que proveen empleo, comparten conocimientos, aportan mejoras sociales o ayudan a los jóvenes a tener un mejor futuro. Ese es el sentido de la existencia: honrar los valores de los antepasados a través del servicio a los demás. A la sombra quedan los corruptos y los que medran con lo ajeno.

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