Editorial

Falta agenda de Estado y un poco de vergüenza

Un Congreso no está para seguir a pie juntillas órdenes o designios.

La leyenda urbana de un pugilato entre los diputados Luis Aguirre, del partido Cabal, y Allan Rodríguez, expresidente del Congreso, de Vamos, con la correspondiente tunda, que uno confirma y otro niega, en un restaurante de la zona 10, es solo el más sórdido episodio de una legislatura que más parece calcada de una sátira que de un modelo parlamentario medianamente serio. A la vista del público, que no aplaude para nada, porque no causan ninguna gracia, se han podido ver las escenas de saboteos del antiguo oficialismo, las zalamerías convenencieras de diputados venales, las pugnas de adláteres que solo siguen el rastro de rancios amos, los extravíos de una vieja política desplazada que habla a través de títeres y hasta intervenciones muy puntuales, en modalidad de teatro negro, efectuadas por la Corte de Constitucionalidad, el Ministerio Público y hasta el propio Ejecutivo.

Un Congreso no está para seguir a pie juntillas órdenes o designios, como ocurrió en la anterior legislatura; tampoco está para ser barrera, lastre y boicoteo acrítico, que termina siendo lesivo para toda la nación. La misión del Legislativo es representar los intereses de los electores, a nivel nacional y distrital, buscar consensos para generar leyes útiles, efectivas, constitucionales y funcionales para impulsar el desarrollo integral del país, así como auditar de manera eficiente, comedida y proactiva el uso de recursos públicos y la calidad de la gestión.

Pero el actual tira y encoge, bota y recoge, queja y rebote, lleva ya siete meses —dos de ellos perdidos en un receso estéril— y da como resultado, hasta ahora, una camada legislativa con fuertes indicios de querer entrar en la categoría de depurable, con todo y trinca infernal, debido a que muchos congresistas solo buscan su beneficio y no el de sus representados.

El supuesto origen de la disputa de marras es la negociación de votos a favor para una ampliación presupuestaria solicitada y ya regateada por el Gobierno; el exoficialismo presiona para que no se autorice, para poner cáscaras de banano en el camino de una administración que por sí sola se ha resbalado en varios temas, debido a errores, inexperiencias y también el cierre del chorro de recursos dinerarios y plazas que mantenían aceitada la obediencia congresil, una moneda de cambio que podría estar nuevamente en juego, sobre todo para la asignación de proyectos y obras en el siguiente presupuesto.

La supuesta amenaza, negada por Rodríguez en video, de echarle al Ministerio Público a Aguirre si apoyaba la agenda oficialista, ya es harina de otro costal, pero sin duda sería otro eslabón en la ya percibida cadena de afinidades y patrones de acción y reacción. Tales manejos extraparlamentarios van en detrimento de la institucionalidad, del espíritu del balance de podres y de la ciudadanía misma, que se encuentra, como espectadora de una pelea a máscara contra cabellera, sin límite de tiempo, solo rudos. Más allá de las metáforas de teatro o cuadrilátero, es tiempo de que todos los diputados al Congreso tengan un poco de vergüenza y empiecen a responder a las necesidades nacionales. No son pedidos clientelares ni discursos farisaicos. Hay una larga lista de iniciativas pendientes, como la Ley de Competitividad, la nueva Ley de Infraestructura, reformas y actualización a la Ley de Tránsito o Ley Electoral, tan solo por citar algunas. Así también, se viene la discusión del presupuesto para el 2025 y la elección de nueva Corte Suprema de Justicia y salas de Apelaciones, que tendrán el reto de renovar el Organismo Judicial para responder a la necesidad de más certeza jurídica en diversos órdenes. Pero se necesita una agenda de Estado y no de reyertas ni zalamerías ni chantajes.

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