¿Golpear primero para dialogar después?
Si esta jugada se hiciera en uno de los casinos de Trump, se trataría de un jugador que tiene muchas fichas para apostar pero cuyas cartas no se conocen.
La imposición de aranceles de 25% a sus socios comerciales, México y Canadá, por parte del presidente de EE. UU., Donald Trump, es una decisión drástica que podría atentar contra el vigente tratado comercial de América del Norte o T-Mec, renegociado por el propio Trump en 2019. Los efectos serán impredecibles, pero se verán en el corto plazo, sobre todo porque ambos vecinos ya han impuesto a su vez sus propias tarifas de importación a productos estadounidenses.
Un primer efecto podría reflejarse hoy en la bolsa de valores, ante las proyecciones de inversionistas sobre una prolongación de estas barreras, usualmente utilizadas para proteger a productores locales, pero que en este caso tienen el objetivo de presionar por el fin de la migración y el combate de carteles del narco, aunque también el propio Trump ha acusado a México y a Canadá de supuestamente beneficiarse de subsidios de la economía de EE. UU., pero esta vez no se trata de ofrecer construir un muro fronterizo de metal o concreto, sino de una acción económica agresiva que tendrá un previsible efecto recíproco.
México es el principal vendedor de productos a EE. UU., desde electrodomésticos hasta aguacates; recién superó a China, país al cual Trump impuso aranceles de 10%. Junto a Canadá representan la mitad de las importaciones estadounidenses, incluyendo petróleo, electricidad y alimentos. Justo en este rubro radica una de las preocupaciones de comercios e industrias estadounidenses, pues subirá el costo de productos agrícolas, ya sea para venta al público o procesamiento industrial. El republicano tomó esta medida para cumplir la promesa migratoria —que avanza junto a l redadas masivas—, pero el arma fiscal conculca otra, literalmente vital: mejorar los precios de los alimentos para el pueblo estadounidense.
Trump lo sabe. “¡Esta será la era dorada de EE. UU. ¿Habrá algo de dolor? Sí, quizás o quizás no”, escribió en su propia red social ante las advertencias sobre un posible efecto bumerán de su decisión arancelaria. Tal golpe de timón recuerda la llamada estrategia del gran garrote ideada por el presidente Theodore Roosevelt, hace más de un siglo, que básicamente consistía en golpear primero para negociar después. En otras palabras, nada nuevo para la Unión Americana, aunque en un contexto completamente distinto, geopolíticamente multipolar e interconectado.
La presión arancelaria de Trump quizá funcione o quizá no. La que sí queda maltrecha desde ya es la confianza entre sus históricos y más grandes socios comerciales, a los cuales propina un garrotazo económico que ya se aprestan a devolver. Se atisban algunas oportunidades económicas para productos guatemaltecos y latinoamericanos que ahora tendrían una ventaja competitiva sobre los de México, pero la escala de producción es comparativamente menor y tendría que haber un período de adaptación logística para cumplir con un súbito aumento en la demanda.
Ha dicho el secretario de Estado Marco Rubio, en el inicio de su primera gira continental, que su gobierno sabe apreciar a sus aliados. Pero en muchos órdenes se supone que México y Canadá lo son o lo eran. ¿No era mejor dialogar primero? ¿O qué vendrá después? El propio presidente Trump ha declarado que planea también imponer barreras arancelarias a la Unión Europea, que se supone también es un bloque aliado. Si esta jugada se hiciera en uno de los casinos del gobernante, se trataría de un jugador que tiene muchas fichas para apostar pero cuyas cartas no se conocen. Podría ser un póquer de ases o también un bluf que su ciudadanía pagará por ver.