EDITORIAL
Guatemala, las líneas que muerden su mano
Primaveras van, primaveras vienen, dice el gran poeta Luis Cardoza y Aragón (1901-1992) en su emblemática obra Guatemala, las líneas de su mano, cuyo título se parafrasea en clave de crítica a una de las contradicciones más prolongadas y lamentables del quehacer público del país: el contrabando de mercancías que enriquece a una camarilla de delincuentes y defrauda al Estado. Vienen y van medidas, se promocionan operativos, pero las fronteras continúan abandonadas y los pasos ciegos ven pasar contingentes de productos que no pagan los gravámenes de ley y cuyo comercio constituye indigna competencia a los productos nacionales o a los importados de manera lícita.
Entre 2019 y 2021 fueron incautados alrededor de Q160 millones en mercadería ingresada en el país en forma ilegal. Con el encierro por la pandemia decayeron los decomisos, pero con la reapertura se reactivó el trasiego. Cabe hacer notar que esta referencia numérica es de los cargamentos detectados y detenidos, pero así como sucede con el narcotráfico, es mucho más lo que logra ingresar. Con frecuencia se sospecha de la complicidad de individuos que deshonran su calidad de funcionarios y venden a su país por unos cuantos billetes, cual Judas defraudadores.
El peso de la noche es el título en el cual Cardoza evoca complicados y oscuros capítulos del devenir nacional; señala sectores que se aprovechan de una autoridad endeble, si no es que plegada a sus intereses, obviamente en un contexto distinto al que hoy aludimos. Pero, en esencia, el país sigue sumido en esa misma oscuridad del desfalco arancelario. Están por cumplirse siete años del destape del caso La Línea, que convertía las aduanas en un deleznable botín.
Luz y sombra en tropel titula Cardoza magistralmente una descripción del gran potencial y también de las enormes brechas guatemaltecas, la pobreza, la desnutrición, el subdesarrollo, a causa de la incompetencia de sucesivas administraciones, estériles rencillas y recurrentes recaídas. El juicio de La Línea se desarrolla desde hace varias semanas en un campo minado de riesgos para la aplicación de la justicia. Por otra parte, la persistencia del flagelo contrabandista precisa de un precedente judicial histórico para exhibir que sí hay consecuencias para quienes buscan el Estado para su propio peculio y el de sus allegados.
Verdaderas fortunas se han erigido alrededor del trasiego de cigarrillos, alimentos y bebidas, medicamentos, abarrotes y combustibles. El combate se hace difícil porque las bandas delictivas azuzan a pobladores para que agredan a fiscales y a las fuerzas de seguridad, incluso para recuperar la mercancía: una complicidad que recuerda el título de otro capítulo cardoziano: Lastres y pesadumbres, sí aquellos que la Nación arrastra por inercia, por falta de certeza de castigo y por ingratos cohechos cuyos apellidos han variado pero cuyas tropelías se transmutan y hasta se venden con aires populistas.
La ciudadanía guatemalteca debe unirse para reclamar controles más efectivos con apoyo tecnológico y respaldo de las entidades tributarias y justicia. Se necesita, sobre todo, llegar a los cuadros altos de esas telarañas criminales. De poco sirve detener a pilotos de picops o a vadeadores de balsas con unas cuantas cajas de productos, si en otra parte cruzan convoyes enteros que obviamente no son invisibles.
Es tiempo de marcar una línea ejemplar entre impunidad y justicia para que estas mangas de roedores no sigan mordiendo la mano de Guatemala.