EDITORIAL

Hablan las acciones, no los discursos

Las acciones siempre dan un testimonio más contundente que las palabras. Las ausencias son, en lo político, más significativas que las comparecencias; las prioridades reales de partidos y presidenciables se evidencian en el genuino interés demostrado ante situaciones graves que comprometen el presente y futuro del país, tal el caso de la desnutrición crónica.

De la veintena de partidos políticos con aspirante presidencial, solo 14 asistieron al foro Infancia con Futuro, en el cual el Banco Mundial presentó indicadores y acciones pendientes sobre esta tragedia humanitaria que compromete la calidad de vida de millones de niños. No todos los asistentes eran presidenciables o delegados con poder de compromiso y decisión. Existen organizaciones que se sienten tan seguras de tener copado el voto que evaden asistir a actividades en las cuales la realidad misma cuestiona la idoneidad o pertinencia de sus propuestas de campaña, en las cuales el tema del hambre es usado más como un gancho clientelar que como un eje de trabajo integral sostenido.

La actual situación de la desnutrición infantil en el país evidencia el fracaso de las estrategias cortoplacistas ejecutadas por los gobiernos de la era democrática, sin excepción alguna. El afán de protagonismo, las pugnas políticas, la corrupción y la utilización de recursos con fines electoreros son algunas de las piedras que han empedrado este lento descenso, que ha llevado a Guatemala a ser el país centroamericano con menor progreso en la lucha antidesnutrición.

El 46.6 por ciento de niños en Guatemala padece algún grado de desnutrición crónica, la cual no debe confundirse con la desnutrición aguda. La crónica a menudo no se nota, pero sus efectos golpean el crecimiento, la capacidad de aprendizaje y también el sistema inmunológico, pues los niños son más propensos a padecer de infecciones. Afganistán, un país que vive en conflicto desde hace cuatro décadas, tiene una tasa de desnutrición crónica del 41%. Es un hecho, no una percepción. Según datos del Banco Mundial, en 50 años Centro América redujo sus tasas de desnutrición a ritmos distintos. El Salvador está a la cabeza, con un 75% de reducción en la incidencia de casos; Guatemala queda atrás, con un 27% de disminución.

Las acciones del siguiente gobierno y Congreso deben arrancar desde el primer día, sin demagogias ni discursos fatuos. Es vergonzoso encontrar en las redes sociales a diputados en busca de reelección que se ufanan de haber votado a favor en la tercera lectura del préstamo Crecer Sano, del Banco Mundial, que facilitará programas de mejoramiento de agua y nutrición en siete departamentos durante cinco años. Muchos de ellos participaron en el chantaje oficialista de condicionar la aprobación del plan a que pasaran las reformas a la Ley de Reconciliación. Ello por no mencionar el retardo sufrido por esta iniciativa, que fue claramente relegada por varias bancadas.

El combate de la desnutrición va más allá de dádivas. Implica la conformación de un equipo multidisciplinario, no político ni burocrático, que dirija tal estrategia, la cual debe integrar a gobierno central, municipalidades, comités de desarrollo, padres de familia, cooperación internacional, iglesias y organizaciones. Esto requiere de una capacidad de diálogo, visión, tolerancia y trabajo cooperativo, de la que, evidentemente, carecen numerosos aspirantes.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: