EDITORIAL

Huella indeleble

Un joven de 21 años, oriundo de Lívingston, Izabal, le dio a Guatemala un sorpresivo oro en la categoría de salto alto, en los Juegos Atléticos Panamericanos de Santiago de Chile, en 1960. No era su primera presea ni sería la última. Teodoro Palacios Flores marcó época en el deporte guatemalteco, al punto de que el gimnasio nacional lleva su nombre desde 1972, como un homenaje a sus logros y un ejemplo para las nuevas generaciones.

Ganó tres medallas de oro —Caracas 1959, Kingston 1962 y San Juan 1966— y una de plata —Panamá 1970)— en Juegos Centroamericanos y del Caribe; otra de plata —Sao Paulo 1963— en Juegos Panamericanos y el oro descrito al inicio: en otras palabras, un atleta consagrado.

Sin embargo, hasta hace una década, Teddy, como le llamaban sus amigos, se encontraba en una época de penuria, debido a varios padecimientos de salud y a no contar con una pensión, a pesar de su brillante trayectoria. Había comenzado el trámite en el 2009 y un año después no tenía respuesta alguna.

Teodoro también fue migrante. Buscó nuevas oportunidades en Estados Unidos, en 1970, en donde se desempeñó como entrenador y maestro. Pero no se conformó con eso: completó su educación básica y universitaria en Chicago, Illinois, en donde obtuvo una licenciatura y una maestría en educación bilingüe.

Durante más de tres décadas trabajó en la universidad y el ayuntamiento de esa localidad, y se dedicó a apoyar a los migrantes hispanos. Desde que regresó a Guatemala, en el 2000, Teodoro Palacios se mantuvo ligado al deporte, como motivador, y aportó su prestigio a una fundación que otorgaba implementos deportivos a niños de escasos recursos para alejarlos de la delincuencia y eventualmente constituir un semillero de nuevos talentos deportivos.

No fue sino hasta el 2012 que la pensión vitalicia fue concedida, pero fue motivo de nueva polémica puesto que por ley el límite máximo era de Q1 mil, totalmente insuficientes para cubrir la canasta básica y mucho más para sufragar el tratamiento médico que necesitaba el exatleta. En el 2014, el Congreso de la República decretó una nivelación de la pensión para Palacios Flores, aunque no sin haberse dado un fuerte llamado desde medios de comunicación para ayudar al histórico deportista.

Ayer falleció Teodoro Palacios, a los 80 años de edad, a causa de una neumonía. Se marchó como lo hacen los grandes: en silencio, con humildad y un legado intachable. “No hay nada más lindo y especial que estar en cualquier parte del mundo y ver nuestra bandera en lo más alto. Muchas veces rodaron las lágrimas al sentir ese gran amor por mi país”, dijo en una entrevista del 2009.

Siempre abogó porque los deportistas guatemaltecos recibieran más apoyo. En eso coincidía con otro gigante del deporte nacional, quien también falleció en agosto, pero de 2011: Doroteo Guamuch Flores. Resulta curioso que ambos tuvieran el mismo segundo apellido aunque no tenían parentesco e igualmente llamativo es que sus nombres estuvieran compuestos por sílabas similares pero en orden inverso: Teodoro y Doroteo, como un augurio misterioso de que estaban hechos para florecer.

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