EDITORIAL

Inicio de año y década demanda innovación

Guatemala retoma el camino, los engranajes de la nación reactivan su giro, la actividad económica estrena calendario y el ciclo gubernamental se refresca con nuevas perspectivas que se avizoran favorables para cimentar el desarrollo productivo, nutricional, educativo, tecnológico y también político, después de un cuatrienio marcado por la polarización, el doble discurso y el retroceso en indicadores sociales que deja en evidencia el incumplimiento de grandes esperanzas. Hay confluencia de expectativas de un manejo transparente, sobrio y eficiente de los recursos públicos; hay convergencia sobre los yerros del gobierno saliente y la correspondiente necesidad de corregirlos mediante la depuración del aparato público, el establecimiento de una agenda legislativa de renovación institucional y la revisión de todas aquellas disposiciones lesivas.

El auge de la construcción es uno de los vectores que marcan un repunte económico, sobre todo por la expansión de obras de vivienda vertical, que se perfilan como una opción más accesible para la adquisición de viviendas de calidad que en otro tiempo estaban fuera del alcance de muchas familias, con lo cual también se dinamiza el sector de créditos y financiamiento, que debe actualizar sus políticas para potenciar la inversión a largo plazo, pero también para posibilitar que más guatemaltecos cumplan sus objetivos inmobiliarios, cuyo ideal es legar un patrimonio a sus hijos.

La tendencia al crecimiento de las remesas en dólares desde Estados Unidos mantiene su ascenso y podría superar los US$11 mil millones en el 2020: un aporte de connacionales que debe ser justipreciado para trazar mejores políticas de defensa de su dignidad y derechos en el exterior, pero también para crear propuestas más innovadoras para el traslado, conversión y aprovechamiento de tales fondos que son fruto de esfuerzo, sudor y perseverancia, hora tras hora, día tras día, mes tras mes: un recurso valioso que podría y debería impactar también en emprendimiento, tecnificación agrícola o formación universitaria de sus destinatarios.

Precisamente, el sector de desarrollo científico y técnico figura dentro de los campos en los cuales se espera cierto crecimiento, pero es necesario decir que se encuentra en un sexto puesto de las perspectivas, lo cual constituye en sí mismo un desafío, una invitación, un cuestionamiento. En plena era digital, que se encuentra en franca expansión y pendiente de tantas soluciones en servicios globalizados, Guatemala ha dado muestras de contar con un potencial humano de primer nivel, con capacidad de inventiva que nada tiene que envidiar a otras naciones y, sobre todo, con una posición geoestratégica que podría y debería convertir al país en un verdadero nodo digital hemisférico. Pero para ello se necesita de una apuesta decidida por la innovación, mediante la creación de incubadoras de ideas, alianzas en apoyo a la industria naranja y la apertura de más becas para jóvenes talentos varados por falta de recursos.

La entrada a un nuevo año y a una nueva década debe ser apreciada como una coyuntura digna de coincidir con una era nacional de transformación, que comienza, claro está, por la limpieza de un Estado que arrastra los estigmas de la corrupción, la incapacidad y la improvisación, pero que también cuenta dentro de sí con guatemaltecos nobles, responsables y visionarios capaces de emprender la anhelada renovación y de introducir metodologías de alta exigencia de desempeño que generen resultados necesariamente distintos.

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