Editorial

Lecciones milenarias

Por fortuna, el mural encontrado en Tikal, en un área poco explorada, no era una pieza suelta ni estaba fácilmente a la vista.

Esta semana dio la vuelta al mundo la noticia del hallazgo, en la ciudad maya de Tikal, de un altar con elementos de estilo teotihuacano. Ello constituye la más sólida evidencia, hasta la fecha, de la relación entre ambas civilizaciones prehispánicas, cada una con sus propias expresiones monumentales de arquitectura, cerámica y arte. Este nexo, que podría ser comercial y político puede redibujar el conocimiento del desarrollo e implicaciones de las relaciones de poder en la más importante ciudad maya, cuyo mayor esplendor abarcó casi mil años y cuya monumentalidad sigue sorprendiendo a visitantes de todo el mundo.


El revuelo internacional y mediático del citado descubrimiento arqueológico es a su vez una demostración del interés por el tesoro patrimonial prehispánico de Guatemala, que no se limita a Tikal, aunque sea este el principal núcleo turístico maya en Petén. Sin embargo, esta debería ser una razón para mejorar la infraestructura, el acceso y la promoción de los otros sitios, que están interconectados por la historia y nexos que poco a poco se develan.


Es de reconocer el trabajo de arqueólogos, antropólogos, epigrafistas, fotógrafos, dibujantes, geólogos, biólogos e incluso expertos digitales, nacionales y extranjeros, que desarrollan investigaciones para seguir desentrañando los secretos de esta fascinante cultura. Coincidentemente, el 9 de abril último falleció el eminente arqueólogo Miguel Orrego, quien fue fundador y director del Parque Nacional Takalik Abaj, en Retalhuleu, otra de esas gemas patrimoniales en suelo guatemalteco. Orrego desarrolló una dedicada carrera arqueológica, con múltiples aportes y avances para las siguientes generaciones. De hecho, desde 2022 la Orden del Patrimonio Cultural lleva su nombre.


Sin embargo, los grandes conocimientos, la valoración y admiración por este patrimonio monumental todavía no alcanza a ser difundida con la relevancia y dedicación debida en todos los niveles de escolaridad nacional. Y no se trata solo de una contemplación romántica, sino de un aprendizaje para el futuro. Conocer, por ejemplo, las causas del colapso de Tikal, entre ellas la contaminación de fuentes de agua y la tala de bosques, nos aporta una advertencia a los guatemaltecos del presente.


En otras palabras, los hallazgos arqueológicos son producto del trabajo de expertos con muchos años de experiencia, pero la información generada constituye materia prima para edificar guatemaltecos con mayor conciencia de su identidad y, por ende, una mayor valoración de lo que se pierde a manos de saqueadores y profanadores de estructuras prehispánicas. Por fortuna, el mural encontrado en Tikal, en un área poco explorada, no era una pieza suelta ni estaba fácilmente a la vista. Lamentablemente, existen muchas piezas extraídas de manera ilegal que se anuncian en subastas, pero cuya información de contexto se ha perdido.


A la vez, muchos objetos encontrados en los campamentos arqueológicos permanecen embalados y embodegados, a falta de un espacio digno de exposición. El Museo Nacional de Arqueología está prácticamente rebasado y no existen proyecciones de erigir un nuevo espacio, moderno y con condiciones adecuadas de conservación, pese a que ello podría formar parte de la estrategia para atraer a más visitantes a la tierra que fue y sigue siendo la cuna de los mayas.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: