EDITORIAL

Más allá de la viralidad continúa la realidad

Tiempos vertiginosos, universos de alephs borgianos equivalentes a la cantidad de teléfonos encendidos, conectados y tecleados en clave de red social para comentar con humor, con asombro o con surrealistas reacciones las cotidianidades que serían intrascendentes si no le ocurrieran al actor estadounidense Johnny Depp, a la cantante colombiana Shakira Mebarak o al magnate Elon Musk, con sus compras, ventas y rentas. Emoticonos, polémicas e hilos de Twitter se multiplican al infinito y más allá con la velocidad de la curiosidad multiplicada por el factor viral y dividida entre la postura a favor o en contra.

Entretanto, más allá de esa nebulosa se encuentra, en constante expansión, la dimensión conocida de la realidad nacional: ese conjunto de problemas y dificultades que la politiquería insiste en usar como pretexto para sus reciclados propósitos arribistas, con muy pocas intenciones de resolver, de innovar y de atacar las causas. Y es así como se informa de la perenne crisis de nutrición en el oriente guatemalteco, de los omisos gubernamentales, de negociaciones a escondidas, de nombramientos contradictorios y de personas desaparecidas cuyos restos aparecen con señales de violencia. Pero la indignación no llega.

Se habla de los Q160 mil que cuesta al erario el almacenamiento de dosis vencidas, inservibles, por una investigación de la Fiscalía que debió empezar un año atrás. Se recuerda el millonario gasto pagado por todos los ciudadanos que representará el bono magisterial negociado en secreto. Se evidencian intentos por acallar la libertad de expresión, que no es solo de los periodistas, sino de todos los ciudadanos, y de todo eso solo se tienen unos cuantos “me gusta” y réplicas clonadas de cuentas falsas.

Se viene en un semestre el proceso electoral, conducido bajo una ley parchada e incompleta, por un Tribunal Supremo Electoral que no genera la suficiente confianza y que parece estar más al servicio de partidos que de ciudadanos. La Contraloría General de Cuentas exhibe una serie de omisos e inconsistencias en el manejo de fondos durante la pandemia, pero sin presentar mayores denuncias; pero el ciudadano sigue imbuido en su día a día. Quizá tiene razón, la situación económica es difícil, el coronavirus aún asedia, los asaltos y extorsiones están a la orden del día, la temporada de lluvias parece amenazante y, para colmo de males, hay bloqueos de cada sindicato que quiere aumento de sueldo y reducción de trabajo.

Pero para esas y otras situaciones es que se eligen autoridades en el Ejecutivo y el Legislativo. Para que dispongan eficientemente de los recursos públicos, para que efectúen obra pública de calidad, para que los hospitales tengan medicinas e insumos, para que se garantice la seguridad pública con mecanismos modernos y no con prácticas caducas. Esto lleva, a su vez, a la necesidad de prestar atención a la coherencia o incoherencia entre discursos y acciones, entre promesas y realidades, entre afirmaciones verbales y datos comprobables, pero para eso se necesita de una ciudadanía informada, crítica, participativa y atenta al devenir.

Ante este reto, quizá parezca tentador seguir la tragedia de Amber Heard que dice no poder pagar los US$15 millones de multa, o las reacciones virtuales —ni siquiera enunciadas— de dos superhéroes que ahora siguen a Shakira. Es más fácil y ciertamente inocuo el devenir visto desde una ventana de 10 centímetros de alto, pero una vez actualizados se debe volver a la realidad guatemalteca, analizar sus laceraciones y trazar las acciones personales a seguir.

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