Editorial

Mejora competitiva se debe potenciar aún más


Del total evaluado, 161 municipalidades arrojaron resultados que apuntan a un estancamiento o un retroceso, los cuales son simplemente inaceptables a estas alturas del siglo.

La reciente presentación del Índice de Competitividad 2024, elaborado por la Fundación para el Desarrollo de Guatemala (Fundesa), constituye una ocasión fundamentada en datos técnicos oficiales para valorar y justipreciar los avances institucionales que representan un beneficio para los habitantes de Guatemala. Al menos eso es factible para los 179 municipios que mejoraron en sus indicadores de competitividad, es decir, mejoras que posibilitan y acercan la oportunidad de convertirse en áreas de impulso al crecimiento económico y la mejora social.


Municipios de Guatemala encabezaron la clasificación, elaborada a partir de la medición de más de 40 indicadores en 12 áreas, entre las cuales están: institucionalidad, infraestructura, entorno económico, cuidado de la salud, adopción de tecnología para labores administrativas, fuerza laboral, innovación e inversión. No obstante, resulta llamativo observar notas altas en áreas específicas, aunque en la clasificación general no estén necesariamente en los primeros lugares. Por ejemplo, Estanzuela, Zacapa, exhibe una mejora sólida en servicios institucionales, mientras que San Miguel Petapa destaca en implementación tecnológica; San Bartolomé Milpas Altas tuvo alta nota en mejora de infraestructura, y San José del Golfo muestra buenos resultados en inversión productiva.


Tales logros, si bien son parciales y circunscritos a una demarcación municipal, constituyen modelos de acción que pueden inspirar a otras alcaldías vecinas, las cuales pueden afrontar desafíos, necesidades y limitaciones parecidas. Es allí donde la comunicación entre alcaldes deja de ser política para convertirse en una visión de conjunto en favor de las respectivas poblaciones que tienen prolongados anhelos incumplidos de mejora en las funciones y servicios edilicios.


Del total evaluado, 161 municipalidades arrojaron resultados que apuntan a un estancamiento o un retroceso, los cuales son simplemente inaceptables a estas alturas del siglo. Lamentablemente, la politiquería, los abusos, las malversaciones de fondos y las opacidades impunes en adjudicaciones o ejecuciones de obra se convierten en crecientes lastres para el desarrollo y, por supuesto, para la competitividad.


No existe otra forma de generar avances en la calidad de vida y de ingresos que la de motivar, atraer o propiciar inversiones productivas, ya sean iniciativas locales o planes de expansión de empresas guatemaltecas o extranjeras. Para ello se necesita de la combinación de factores virtuosos y el combate de rémoras malsanas. Pero, si se trata de priorizar los elementos de un despegue municipal, se deben cohesionar los esfuerzos de eficiencia institucional y la implementación de sistemas tecnológicos para transparentar el destino de los recursos públicos. En plena era digital eso es posible, pero todavía hay alcaldes que se resisten a presentar cuentas claras y en tiempo real acerca de costos, licitaciones, supervisión de obras y criterios para la priorización técnica de proyectos, sin dejar de lado, por supuesto, las opiniones de las comunidades.


Los centros urbanos siguen siendo un motor económico, pero a la vez existen en el país tesoros ecológicos y culturales que se pueden convertir en oportunidades para el desarrollo comunitario sostenible. Esto precisa de una visión municipal coherente. Por otra parte, el progreso y la expansión de la infraestructura vial, digital y de formación educativa en todos niveles merecen un abordaje con perspectiva de mediano plazo, para eludir así los populismos cortoplacistas y enfocar a más municipios en ruta de cambio.

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