EDITORIAL

Múltiples voces, un país

La democracia se nutre de diálogos serios, asertivos, constantes, a diversos niveles. Desafortunadamente, los politiqueros —que no políticos— y facciones extremistas se han encargado de hacer simulaciones dilatorias o bien de sabotear esfuerzos sanos de entendimiento a través de la exacerbación de las diferencias, dogmatismos rebasados y etiquetas bipolares que se convierten en prejuicio y barrera.

Cuando se ven en problemas a causa de sus propias ofertas incumplidas o para crear una impresión de apertura, sucesivos gobiernos recurren al término diálogo o mesa de diálogo para reducir la presión. Le han llamado de diversas formas, pero a la larga poco se ha obtenido de tales instancias, dada su misma naturaleza pasajera. En otros casos, la intolerancia es descarnada y el monólogo oficialista se limita a un negacionismo acerca de las difíciles realidades que vive la población. Tales dinámicas han causado desconfianza, silencio, escepticismo. No obstante, los rezagos del país están allí y necesitan ser resueltos.

Por ello resultan valiosas iniciativas como ¡Escuchemos, Guate!, una confluencia de ideales de Nación de 22 organizaciones ciudadanas que se dedican a concretar proyectos de vivienda, educación, gobernanza local, empoderamiento de mujeres, protección a la infancia y análisis económico. No se trata de un conjunto homogéneo. Por el contrario, hay distintos abordajes y disciplinas, pero que esta vez se centran en los puntos comunes, no en las divergencias.

Esa es justamente la premisa que se propone: dejar a un lado las contradicciones y apostar por los acuerdos mínimos para la creación de una hoja de ruta que pueda convertirse en la agenda de desarrollo para los próximos 50 años, tiempo que puede sonar largo pero que es el único plazo realista para comenzar a ver cambios intergeneracionales verdaderos.

En esta misma edición se presenta un breve análisis comparativo de la situación de los países de Centroamérica, que alguna vez integraron la Capitanía General de Guatemala y también las Provincias Unidas del Centro de América. Separadas hoy por sendas fronteras y soberanías, cada país busca el mejor rumbo, aunque hay notorios fallos, ya sea por rencillas políticas estériles, corrupción sistemática, falta de rumbo administrativo y otras variables externas. El caso es que la población se encuentra a la espera de respuestas por parte de los gobernantes, que se postularon libremente, que prometieron de todo y que a la hora de los reclamos sobre incumplimientos, se irritan, inventan excusas o buscan culpables a quien señalar.

Los diálogos virtuales o presenciales que se desarrollarán en abril buscan dejar atrás las visiones divididas de la guerra fría, los rencores rancios, las pugnas improductivas y los radicalismos venenosos. Los ciudadanos pueden y deben escuchar. Podrán y deberán hacerse escuchar. Nadie debe esperar que prevalezca su visión, pero sí que se tome en cuenta aquello que confluya en el bien común. Los anhelos de una mejor educación, del fin de la desnutrición aguda y crónica, de una mayor competitividad laboral y de mayor transparencia en el Estado serán, con seguridad, algunos de esos puntos comunes a impulsar, con voces múltiples.

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