EDITORIAL

Novedades y rutinas en septiembre

Septiembre arranca con sorpresas y también con rutinas. Sorpresas, como el nombramiento del obispo Álvaro Ramazzini Imeri, obispo de Huehuetenango, como miembro del Colegio Cardenalicio, una posición que lo convierte no solo en consejero del Papa, sino en posible elector y elegible para la silla de San Pedro. Habrá reacciones de algarabía pero también de reticencia por parte del ala conservadora de la Iglesia Católica. Su investidura será en octubre, durante un consistorio en el Vaticano. Será el tercer cardenal que tenga Guatemala, y fuera de la aveniencia o no de ciertos sectores hacia su figura, constituye un enorme honor para el país y será un factor de peso moral para la defensa que ha sostenido en favor de los pueblos indígenas y las comunidades más abandonadas.

Otra sorpresa es el anuncio de reforzamiento, sin precedentes, de la Fiscalía Contra la Corrupción, que no solo fue elevada a la categoría de Fiscalía de Sección del Ministerio Público, sino que pasará a tener 140 plazas, con la misión clara de combatir los ilícitos contra el erario y los cuerpos ilegales conformados para defraudar el Estado, con el apoyo decidido de agencias de investigación de Estados Unidos, soporte económico de la Unión Europea y respaldo de la ONU. Con el fin de la Comisión Internacional Contra la Impunidad (Cicig), que llegará mañana martes, 3 de septiembre, es posible que ciertos grupos hayan considerado libre el camino. Sin embargo, tienen ante sí una nueva fiscalía integrada completamente por guatemaltecos cuyo ideal es el avance de la justicia.

No es sorpresa que arranque septiembre con el fervor de cientos de niños y jóvenes, literalmente encendidos en patrio ardimiento, con un entusiasmo expresado a través de marchas, acrobacias y desfiles de bandas. Puede haber quienes cuestionen la eficacia de este tipo de rutina cívica, es innegable que también hay una gran cantidad de guatemaltecos que gustan de admirar la gallardía, la disciplina, la alegría, pero sobre todo la perseverancia en nombre de una nación necesitada de renovados símbolos.

No sorprende, desafortunadamente, que las pobladas comisiones postuladoras para Corte Suprema de Justicia y Cortes de Apelaciones tengan una especie de doble rasero. Mientras rehúyen la evaluación de méritos éticos de aspirantes bajo excusas legalistas, intentan dejar fuera de tajo las candidaturas de jueces íntegros, con justificaciones formalistas que a todas luces llevan dedicatoria. Tampoco es sorpresa que se llegue al último septiembre del actual gobierno con las cifras más bajas y desalentadoras en desnutrición infantil. Las políticas nutricionales no solo fueron claramente clientelares, sino regresivas en los últimos cuatro años.

No es sorpresa tampoco que haya diputados antejuiciados que eluden su comparescencia ante los jueces pesquisidores. Sorprende, relativamente, que migrantes guatemaltecos se encuentren a salto de mata en Estados Unidos y sin mayor apoyo del gobierno feneciente, a pesar de que en 2015 existió una fuerte campaña del partido de gobierno en aquel país.
Pero aun así es un septiembre nuevo y los guatemaltecos tienen la oportunidad de admirar riqueza cultural y natural que pervive en el país; existe la posibilidad de sorprender a seres queridos y compañeros de labores con nuevos emprendimientos, ideas y entusiasmo para trazar grandes objetivos; subsiste la oportunidad de trazar objetivos que contribuyan a hacer de esta nación un mejor país a pesar de tantos engaños, menosprecios y promesas incumplidas.

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