EDITORIAL
Nuevo ciudadano
Si cada guatemalteco se detiene a pensar un momento en los ruidos, prejuicios y animadversiones que lleva a cuestas, se encontrará con sentimientos negativos respecto de autoridades, funcionarios y exfuncionarios, pero también hacia determinados sectores de la población sobre los cuales cree tener “clara la película”, como usualmente se dice, pero al analizar críticamente sus enfoques seguramente se encontrará con datos faltantes, rellenados por inercia, por juicios ajenos y hasta por percepciones generadas, mas no fehacientemente comprobadas, por las voces de redes sociales.
Tener una actitud crítica de la realidad no significa una desconfianza automática, un estereotipo instantáneo y mucho menos una descalificación adelantada. Lamentablemente, la cerrazón de ciertas figuras públicas y las pocas lecturas exhibidas por otras crean la idea extendida de que las necedades, egocentrismos y vacíos existenciales están profusamente regados, cuando en realidad tales situaciones solo hacen mucho más ruido que la responsabilidad y la perseverancia, virtudes mucho más extendidas pero que a menudo actúan en silencio, no se autopromocionan ni se presumen, por lo cual pasan inadvertidas, y sin embargo su efecto es enorme.
Si más guatemaltecos, dentro y fuera del país, nos planteáramos, tal vez, la revisión de nuestros criterios de juicio para limpiarlos, hacerlos más efectivos y funcionales, podríamos sorprendernos en pocas semanas del emergimiento de un nuevo ciudadano, más consciente, más empático y no por ello menos crítico, pero sí dispuesto a dialogar en serio sobre los puntos álgidos, las zonas polémicas e incluso los tabúes que los politiqueros y los vendedores de conflictos aprovechan para crear desinformación, ruidos, más prejuicios y más animadversiones.
¿Cómo empezar? Digamos que todo razonamiento personal tiene un propósito. ¿Cuál sería un buen propósito ciudadano que se podría enunciar con claridad y compartir con vecinos y conciudadanos en conversaciones y foros digitales? Es muy probable que ese propósito expresado busque la solución de un problema, la respuesta de un enigma o la explicación de algo que hasta ahora no logra comprenderse. Se debe identificar ese objetivo.
A continuación hay que autocriticarse y observar en nuestra pretensión cuáles son las suposiciones desde las cuales se emite tal objetivo. ¿Me soluciona algo solo a mí o a toda la comunidad? Obviamente, si busco ser un nuevo ciudadano, priorizo el bien común. Es decir, intento tener una perspectiva global de la situación a la cual intento responder.
Luego viene la parte más desafiante: cuáles son las cifras, los datos, los indicadores que marcarían mejora en el objetivo propuesto al inicio. Cuáles serían los mecanismos principales sobre los que debo trabajar en mí mismo y compartir con los demás para ir tras esa solución, que bien puede ser depurar el sistema político, reparar las alcantarillas del pueblo o mejorar la recolección de desechos. Si se logra avanzar personalmente hasta este punto y se consigue dialogarlo con un vecino, un compañero de trabajo para ampliar la idea, enriquecerla, escuchar las críticas y sugerencias del otro… estamos ante la semilla de una nueva ciudadanía.