EDITORIAL
Por los que viven y los que vivieron con honor
Solo un padre responsable puede comprender la magnitud de las preocupaciones, esperanzas y anhelos que rondan el pensamiento mientras desempeña sus labores cotidianas, ya sea un oficio, un negocio o una profesión. Le preocupa el devenir nacional y local en el cual crecerán sus hijos, niños o adolescentes, cundido de carencias y rezagos; aún así, espera la mejora de las condiciones de inversión, competitividad y desarrollo económico, social, urbano, con un profundo anhelo de que su aporte sea fecundo y de que el aparato público institucional recupere su identidad y rumbo.
Este es el segundo Día del Padre que se conmemora bajo el azote de la pandemia de covid-19 y son ya centenares los nombres de padres, abuelos y bisabuelos cuyas vidas fueron truncadas en esta desafiante y trágica circunstancia, que en Guatemala se ha visto complicada por múltiples factores de la gestión gubernamental, ampliamente conocidos, descritos, analizados y, aún así, no necesariamente corregidos. Especial mención merecen los papás que ofrendaron su vida a causa de su labor médica o como personal de primera línea.
Pero la lucha sigue y a diario cientos de miles de padres de familia madrugan, se dan un baño antes de que salga el sol y se lanzan a la calle en dirección a su labor cotidiana, a su centro de trabajo o bien levantan la persiana de su negocio de barrio, quizá una panadería, un taller mecánico o una ferretería, con el afán de servicio siempre encendido y la fe puesta en Dios para enfrentar otra jornada. También hay figuras paternas valiosas como tíos, padrinos o padres adoptivos, que con la misma visión de futuro buscan inspirar, con ejemplo y afecto, valores en las jóvenes generaciones.
Ese afán de poder brindar algo mejor a sus familias ha conducido a que cientos, miles, de padres de familia emprendan viaje a lo incierto, como parte anónima pero real de un fenómeno migratorio que hoy por hoy es más difícil que nunca, pero aun así resulta para muchos la única alternativa frente a la desolación del desempleo en áreas rurales, agravada con frecuencia por desastres naturales, pérdida de cultivos y carencia de servicios de salud preventiva.
A todos aquellos que procrean y abandonan a sus hijos, que los maltratan, los agreden o los explotan, que les inculcan insanos ejemplos de adicción o que los contaminan con sentimientos de rencor, racismo o indiferencia al dolor ajeno, simplemente les queda grande el nombre de padres, porque padre es el que educa, no solo el que engendra; padre es el que motiva, no el que humilla; padre es el que demuestra amor con hechos, no entre contradicciones. Nunca es tarde para corregir el rumbo, pero a la vez, bien reza el viejo refrán: “El tiempo perdido, hasta los santos lo lloran”.
El valor de ser padre es el máximo honor al cual puede aspirar un hombre, y por eso en Prensa Libre felicitamos a todos esos guatemaltecos que a diario entregan su excelente desempeño laboral, no solo como un compromiso contractual con el crecimiento de una compañía o un emprendimiento, sino como una tesonera convicción de brindar mejor calidad de vida a sus familias, con el claro entendido de que el aporte monetario es solo parte de una misión mayor: ser inspiración para la vida, pilar para la personalidad y acompañamiento en el crecimiento. Les deseamos a los padres guatemaltecos un día de armonía y cariño en unión con sus seres amados: el mejor regalo que la vida puede dar.