EDITORIAL

Prevenir siempre es más fácil que lamentar

Sin caer en alarmismos ni pánico innecesario, los guatemaltecos debemos observar, monitorear y actuar ante la evolución de las variantes más recientes de covid-19. Las desescaladas de medidas preventivas han obedecido a los índices de letalidad, cifras de casos y relativa reducción de la gravedad de estos. Es así como el 18 de julio de 2022 el Ministerio de Salud dejó a criterio de los ciudadanos el uso de la mascarilla y liberó los aforos para todo tipo de actividades. Las actividades sociales, turísticas, artísticas, religiosas, deportivas y educativas han retomado totalmente la presencialidad y con ello existe una sensación de aún paulatino retorno a la normalidad que coadyuva a la recuperación económica.

Sin embargo, es innegable que aún existe un riesgo sanitario en las nuevas cepas del coronavirus: China, origen de la pandemia, se enfrenta a un alza de casos; Brasil ha decretado el uso obligatorio de mascarilla en sus aeropuertos; varios gobiernos autónomos de España evalúan la posibilidad de retomar el tapaboca en el transporte colectivo e incluso en espacios cerrados. En otros países todavía no hay mayores reacciones pero se promueve en que la población continúe aplicándose las dosis correspondientes de la vacuna.

En Guatemala solo un 40% de la población tiene el esquema completo de vacunación, lo que representa un amplio margen de vulnerabilidad. Existen varias razones por las cuales subsiste la reticencia a inocularse: desinformación, prejuicios dogmáticos e incluso posturas ideológicas que no saben diferenciar entre bulos y verdades científicas. Una primera acción proactiva del Gobierno sería, en efecto, retomar el plan de vacunación anticovid, con una campaña de información con alcance nacional y pertinencia cultural.

Una exhortativa gubernamental para cumplir con el uso de la mascarilla, por lo menos en el transporte público, espacios públicos cerrados y centros laborales puede sonar molesta, incómoda e incluso como un retroceso; sin embargo, el coronavirus se adapta para sobrevivir y con esta sencilla acción los seres humanos pueden contribuir a evitar su propagación. Así también es benéfico retomar la costumbre de lavar frecuentemente con agua y jabón las manos o desinfectarlas con alcohol. Se trata de actos de pleno ejercicio de libertad y responsabilidad personal y social que se pueden asumir de manera proactiva.

De cara a un retorno presencial a clases en 2023 y de una vuelta más amplia al modelo laboral presencial, usar la mascarilla y recibir la segunda, tercera e incluso cuarta dosis constituyen decisiones inteligentes, sobre todo porque los fármacos más recientes incluyen la cepa ómicron, de la cual se derivan las subvariantes que han surgido en el mundo en estos días. En fecha reciente, el ministro de Salud informó que a principios de diciembre se espera la llegada de nuevas dosis.

Prepararse, protegerse e informarse a través de canales confiables es la mejor vía para continuar el avance de la lucha contra el coronavirus. Es necesario evitar la difusión de rumores o incluso de términos terroríficos, como el apodo que se dio a las subvariantes BQ.1 y BQ.1.1, a causa de su alta transmisibilidad en comparación con sus precedentes. El paso de olas gélidas, propias del fin y principio de año, puede favorecer su difusión si no se anticipan acciones coherentes. Sin caer en psicosis pero también sin ser indiferentes, es posible trazar acciones precautorias en el ámbito familiar, comunitario y nacional. Por desagradable que suene, la pandemia todavía no ha concluido, pero con responsabilidad se puede propiciar su fin.

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