EDITORIAL

Primeros discursos alimentan expectativa

En cada inicio de período gubernamental se renuevan las esperanzas, a partir de los ofrecimientos de campaña y también de los persuasivos discursos de toma de posesión y primeros actos protocolarios. Hasta ahora, sucesivos gobiernos han decepcionado, sobre todo los últimos tres, a causa de sus despropósitos, desmanes, conflictos de interés, casos de corrupción y escasos resultados. Ahora comienza a escribirse la historia de Bernardo Arévalo, cuyas primeras alocuciones mencionan de forma reiterada la necesidad de un esfuerzo nacional intersectorial, de trazar una agenda de Estado para el desarrollo y de transparentar la gestión pública.

Los desafíos del país son múltiples y formidables, reconoció el mandatario. “Es un compromiso que asumimos con humildad y determinación, conscientes de la responsabilidad que implica trabajar en favor del bienestar común y la prosperidad de Guatemala”, fue una de las frases iniciales del discurso de toma de posesión, acto que concluyó en la madrugada del 15 de enero, como consecuencia de las dilaciones ocasionadas por disposiciones del anterior oficialismo y afines, que intentaron copar la presidencia del Legislativo mediante estratagemas excluyentes que más bien parecían el estertor póstumo de los cinco meses previos.

“Nos hemos enfrentado a complejas tensiones y desafíos que llevaron a muchos a creer que estábamos destinados a un retroceso autoritario”, manifestó el presidente Arévalo, pero a pesar de ello el discurso inicial se enfocó en buscar vías de solución y superar resquemores, sin que ello implique transigencia o regresión. Términos como “honor”, “humildad”, “responsabilidad” y “agradecimiento” marcan un tono conciliador que a su vez se deberá refrendar con las acciones.

Fue muy significativo el acto de saludo del Ejército de Guatemala al nuevo gobernante, quien, por mandato constitucional, es su comandante general. La ceremonia no se efectuó en una brigada militar, como ha sido costumbre, sino en la Plaza de la Constitución, zona 1 capitalina, donde Arévalo resaltó la condición de “pueblo” que abarca también a los uniformados. Ofreció fortalecer su misión de servicio a través de la modernización de equipamiento y procesos. En efecto, uno de los anuncios es la intención de llegar a nombrar a la primera generala de división en la historia del país, cuando se cumplan todos los requisitos profesionales y legales.

No está de más comentar, para la posteridad, la ausencia del ahora exmandatario Alejandro Giammattei, quien remitió las insignias presidenciales al Congreso, el domingo 14, pasadas las 22 horas, según se leyó en el oficio remitido a su secretaria general. A lo largo de sus últimos meses, Giammattei insistió en su anuencia al relevo, pero nunca cuestionó el asedio del Ministerio Público (MP) en contra del binomio electo y tampoco se detuvo el hosco actuar de la bancada oficialista, ni siquiera en su último día de legislatura. El legado de su cuatrienio se verá reducido a un presidente más.

Las expectativas despertadas por el nuevo gobierno están ahí, pero el beneficio de la duda demanda resultados tangibles, al menos en un plazo de cien días. La población que viajó desde el interior para celebrar el relevo, los grupos ancestrales indígenas que se apostaron frente al MP y los propios votantes esperan ver correspondido su aval. Defendieron los resultados electorales, aunque no tanto por una filiación ideológica, sino por un profundo anhelo de ver salir a Guatemala del pozo en el cual la sumieron anteriores engaños, saqueos y componendas.

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