Editorial
Propuestas indecentes, casuísticas y lesivas
La iniciativa 6445 contradice cualquier exigencia previa de transparencia, reducción de gasto parlamentario y, sobre todo, de respeto a los electores.
El relativismo es esa tendencia de juzgar la realidad de forma parcial, desde las conveniencias de un individuo o un pequeño grupo, para intentar torcerla o retorcerla según una perspectiva limitada. Dicho de una forma coloquial, “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”, y con eso encaja otro viejo adagio de los abuelos que reza “no hay que hacer cosas malas que parezcan buenas ni buenas que parezcan malas”.
El prolegómeno anterior surge de dos propuestas de ley, una ya convertida en iniciativa y la otra aún en fase de borrador, pero cuyos errores de concepto abren la puerta a discrecionalidades y abusos incluso peores a los que ya se viven en materia política, electoral y legislativa. Una es el pliego de sandeces que pretenden adosarse a la Ley Electoral, para darles todo el poder de extralimitaciones a los partidos políticos, abrir el chorro de los financiamientos ilícitos y desmantelar de facto el poder sancionatorio del Tribunal Supremo Electoral, dejándolo casi como un cascarón validador.
Tal despropósito concurre con una iniciativa de reformas a la Ley Orgánica del Congreso, presentada por una variopinta —por no decir incoherente— confluencia de diputados, incluidos algunos del suspendido partido oficialista: la iniciativa 6445 contradice cualquier exigencia previa de transparencia, reducción de gasto parlamentario y, sobre todo, de respeto a los electores, porque plantea un retorno legalizado del transfuguismo, se eliminan las exclusiones de integrar directivas o de presidir comisiones que ahora pesan contra congresistas sin bancada y se avala un aumento de salario a los diputados —que ronda los Q29 mil, más dietas por sesiones, a menudo improductivas e inauditables— con el argumento de que su ingreso debe equipararse al de magistrados de cortes.
En el contexto de los ponentes hay coincidencias en su situación respecto de sus partidos, ya sea por expulsiones, disputas o suspensiones judiciales. Pero el problema real radica en previas modificaciones casuísticas y poco integrales que condujeron al laberinto que hoy viven. Pero no se puede pretender salir de sus dificultades legales generando mayores puertas a la discrecionalidad, al dispendio y al descontrol institucional. La iniciativa 6445 es un Frankenstein, no solo por las monstruosidades que implica, sino también porque está hecha de pedazos de intereses yuxtapuestos.
La Alianza para el Congreso Eficiente señaló la inconveniencia de los parches de la 6445 por sus previsibles efectos de acicateo al clientelismo, deslegitimación aun mayor de entidades políticas y el tácito ninguneo al votante. Además, los aumentos de remuneración carecen de fundamento técnico, de respaldo financiero y, en especial, de apoyo ciudadano. Lejos de legislar con visión de país, la 6445 es una torpe improvisación que a todas luces carece de consensos.
Lo más irrisorio, por no decir patético, es que el borrador electorero y la 6445 se contraponen de cierta manera, ya que, por ejemplo, si se busca evitar esos caudillismos dictatoriales partidarios que expulsan a disidentes sin el debido proceso, la solución está en una Ley Electoral más fuerte y un TSE en verdad supremo. Si se busca fortalecer el papel del diputado y su compromiso con la ciudadanía, se debe impulsar el voto nominal para eliminar las listas configuradas por los partidos al mejor postor. No obstante, ya que ninguno de los dos adefesios sirve para nada, quizá es momento de admitir el error y de buscar vías reales de fortalecimiento institucional del Legislativo y de servir con mayor eficiencia y visión a la ciudadanía, sin querer cobrarle de más.