EDITORIAL

Renovación cíclica

La gran riqueza distintiva de Guatemala es su multiculturalidad y plurilingüismo: pueblos que conviven en un mismo territorio y aportan sus elementos identitarios para enriquecer el mosaico de expresiones intelectuales, estéticas y espirituales. Sin embargo, pese a la creciente conciencia acerca del valor de las diferencias culturales, existen todavía brechas de conocimiento atribuibles a deficiencias educativas, estereotipos o simple ignorancia.

Mañana, 1 de abril, es el comienzo del cuarto mes de los 12 que tiene el calendario gregoriano, el cual rige convencionalmente a todo el mundo. Según este cálculo del tiempo, el año tiene 365 días y seis horas, debido a lo cual cada cuatro años se hace necesario crear uno bisiesto, con 366 días para compensar el error.

Mañana, coincidentemente, es el año nuevo del calendario solar maya Ab’, un ciclo de agricultura y comercio cuya cuenta arranca en la fecha 3113 a. C. y que permanece inalterable hasta hoy. El Ab’ es uno de tres calendarios mayas que se conjugan a la perfección. Está basado también en el movimiento de rotación de la Tierra alrededor del Sol: tiene 18 meses de 20 días cada uno, más un período de cinco días sagrados. Al final se completan 365.2420 días, es decir que tiene una precisión mayor a la del gregoriano.

Tan solo este hecho evidencia la necesidad de exaltar esta manifestación cultural, debido a que la presencia de la civilización maya constituye uno de los recurrentes argumentos para identificar al país en el extranjero. Debe irse más allá de una política de inclusión políticamente correcta hasta lograr una actitud de apertura a una cosmovisión integral dentro de la cual cada día del año tiene un significado concreto.

Existen muchos países que también poseen culturas ancestrales y cuyos signos distintivos son ampliamente reconocidos y celebrados. Un ejemplo es India, que anualmente festeja el año nuevo sagrado Diwali, ocasión que se ha convertido en un potente imán turístico, debido a que se exponen rasgos históricos, religiosos y antropológicos en un ambiente de armonía. Ello podría ser imitado en el país, no solo como motivo de mayor hermandad entre guatemaltecos, sino como un factor para promover las visitas a sitios arqueológicos que aún continúan maravillando a exploradores de todo el mundo y también locales.

Varias organizaciones y promotores culturales se han encargado de preservar e impulsar los tres calendarios mayas, entre ellos el Ab’; en algunos sitios se desarrollarán mañana ceremonias para exaltar el nuevo ciclo. En una época de globalización en la que tantos prejuicios han caído por su propio peso, Guatemala debe abrir las puertas y los ojos a esta manifestación de grandeza científica, astronómica y matemática maya, adoptándola como un símbolo para trazar nuevas metas de nación, para reclamar a los políticos una renovación en el servicio público, para el surgimiento de una ciudadanía más consciente de los factores que le rodean y también de su potencialidad para transformar el entorno de una manera constructiva. Ello, sin alterar ni ofender las particulares creencias religiosas de cada persona y colectivo, pues se trata de saber construir puentes en lugar de ahondar barrancos.

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