EDITORIAL
Se educa para pulir potencial de desarrollo
La competencia por la educación de calidad en Guatemala es calificada por un maestro implacable que no perdona pifias, tareas mal hechas y menos soluciones improvisadas a los problemas, mucho menos cualquier simulación u ocultación de resultados; tampoco pasa por alto discursos memorizados con las mismas excusas disfrazadas con cifras de gasto creciente en el rubro pero amarrado a pactos furtivos. Ese examinador tan implacable es el mercado laboral, en todos sus niveles y áreas de desempeño; con él se van a topar miles de estudiantes guatemaltecos que egresan de básicos o diversificado. Para la mayoría es un brusco despertar ante una brecha que se convierte en lastre personal.
Si son egresados del sector público los que padecen este drama, pueden ir a preguntarle al dirigente sindical Joviel Acevedo por qué existen aumentos salariales sin mayor exigencia de mejora en la calidad docente. O cuestionar a sucesivos ministros de Educación por qué sigue siendo tan insuficiente el aprendizaje del idioma inglés, pese a existir opciones tecnológicas viables, gratuitas y evaluables. O preguntar por qué la producción nacional de ediciones literarias de autores nacionales clásicos y nuevos quedó relegada desde hace años por falta de recursos. También pueden cuestionar por qué el sistema educativo no contrata maestros con título universitario, pero deja lugar a egresados del antiguo magisterio de secundaria allegados al oligopolio sindical.
Al llegar a la etapa productiva, al entrar a la edad en la cual un joven debe ganarse la vida con un empleo o un emprendimiento, empiezan a aparecer los faltantes, los rezagos, los inexistentes productos de discursos vacíos y planes de mejora nunca concretados porque no convenían a un grupo de mediocres.
Existe otro evaluador, estricto, objetivo y sincero. Se parece a esos maestros que sí enseñan, que dejan huella positiva, pero que no siempre abundan: es el test Pisa, de escala global. Los resultados obtenidos por estudiantes guatemaltecos son malos. En 2018 hubo una primera evaluación de este tipo, pero solo entre países “pobres”, en la que tampoco salimos muy bien, por lo cual no hace falta decir más para que los padres de familia de Guatemala, los maestros, los directores y las autoridades entiendan la urgencia de mejorar procesos pedagógicos, exigir cada vez mayor calidad docente, apostar por la innovación en infraestructura y equipamiento de escuelas y, sobre todo, priorizar las vidas reales por encima de los pactos venales.
Solo uno de cada 10 estudiantes guatemaltecos lograron obtener la calificación mínima en Matemática. En Lectura y Ciencias fueron tres los que lograron ese nivel básico. Pisa son las siglas en inglés del Programa Internacional para Evaluación de Estudiantes, impulsado por la Organización Internacional para el Desarrollo Económico (Ocde), que abarca evaluaciones en más de cien países, con la participación de estudiantes de secundaria.
Alguien podría argumentar que los resultados de Guatemala no están entre los peores del mundo, pero consolarse con eso sería una actitud condescendiente que no ayuda a la transformación. Como parámetro se debe señalar que en la anterior prueba Pisa, el primer lugar mundial lo tuvo Singapur: uno de los llamados Tigres Asiáticos, que hacia 1950 tenía un índice de pobreza mucho mayor al de Guatemala. En otras palabras, si se quiere, se puede; hay que analizar y actuar: justo como se le dice al estudiante cuando afirma que no puede resolver un problema de álgebra o comprender una metáfora.