EDITORIAL

Se necesitan hoy más constructores de paz

Millones de  guatemaltecos actuales no vivieron los horrores, tragedias y miedos del conflicto armado interno que finalizó oficialmente hoy hace 25 años, después de complejos y prolongados  diálogos que se gestaron a pesar de desconfianzas, contradicciones y hasta extremismos que no iban a conducir a ninguna parte, así como no lo hacen ahora. Aquellos esfuerzos de conciliación contaron con el aporte valiente de guatemaltecos que anhelaban el cese de la violencia armada y nuevos senderos de convivencia. En estos tiempos virales  es posible  cuestionar con libertad, sin temor a represalias, las situaciones que aquejan al país, pero al igual que hace tres décadas la clave no está en la polarización sino en la empatía y  la propuesta.

Entre los nombres que aportaron al fin de la guerra hay muchos que quizá no son recordados o justipreciados, pero cabe resaltar que en efecto no buscaban protagonismo ni exposición política, sino un legítimo interés por construir una mejor Guatemala. A un cuarto de siglo del cese del enfrentamiento, los desafíos de la vida en democracia y paz siguen latentes. Hay nuevos aspectos de mejora y  otros que se han solventado gracias al aporte de profesionales, empresarios, académicos, políticos serios, funcionarios probos y de muchas voluntades positivas.

Sin embargo, también hay personajes que acicatean las divisiones, fomentan la intolerancia y promueven la opacidad como  caldo de cultivo para  sus despropósitos. La politiquería barata, los operadores inescrupulosos y los negociantes desvergonzados de los recursos públicos a menudo se valen de acicatear posturas que promueven la polarización para disfrazar sus abiertos conflictos de interés.

Es un honor para la historia de Prensa Libre que  su entonces presidenta, Teresa Bolaños de Zarco (1922-1998) —viuda de nuestro cofundador, Isidoro Zarco Alfasa, asesinado en 1970, en pleno conflicto armado— haya participado en los esfuerzos iniciales de diálogo, al ser designada como Ciudadana Notable como parte de la Comisión Nacional de Reconciliación (1987-1993). Ella no hizo sino refrendar, con independencia, honradez y dignidad,  los valores fundacionales de esta institución periodística, mediante su aporte constructivo a la búsqueda de la paz, para  la cual fue fundamental el papel perseverante y sereno del obispo Rodolfo Quezada Toruño (1932-2012) como conciliador.

El país enfrenta formidables desafíos como el éxodo migrante por falta de oportunidades, la desnutrición, la pobreza, el deterioro ambiental y también la corrupción, entre otros. Existen personas y entidades que ya efectúan esfuerzos concretos, aportes sólidos y propuestas visionarias para generar   vías de avance nacional. A ellos también se les puede considerar  nuevos promotores de la paz: desde el empresario que genera empleos y el docente que cultiva talentos hasta el servidor público que  cumple   con excelencia.

No obstante, se necesitan   constructores de paz renovada: jóvenes con afán de excelencia, emprendedores con grandes metas, generadores de innovación productiva, religiosos de todos los credos que prediquen con el ejemplo. Y aunque hoy se conmemoran 25 años de la firma de unos acuerdos que para muchos pueden ser objeto de elogio o crítica, el verdadero desafío subyace en las realidades contemporáneas, las exigencias de una economía competitiva y la posibilidad de ser mejores guatemaltecos y seres humanos.

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