EDITORIAL

Solo la unión hace frente a la adversidad

Un fenómeno atmosférico que en las vistas satelitales semejaba un fantasma siniestro se ha cebado de nuevo con el territorio de Centroamérica, como ha ocurrido en las últimas dos décadas con huracanes, tormentas y depresiones tropicales. La vulnerabilidad, la fragilidad y la precariedad quedan al descubierto. Hay miles de afectados, directa o indirectamente, ya sea por la pérdida de familiares, la destrucción de cultivos o la imposibilidad de desarrollar sus actividades comerciales debido a los daños en la infraestructura.

Los reclamos ciudadanos son simples y directos: que se utilicen los recursos del Estado de inmediato para atender a los damnificados, no solo para proveerles albergue pronto, sino para ayudarles a retomar su vida, que quedará atada, en numerosos casos, a las pérdidas sufridas. Aún así, el espíritu resiliente y trabajador de los guatemaltecos se yergue como un bastión de esperanza, en perfecto complemento con la solidaridad y la generosidad que afloran en los momentos más críticos.

Es así como a las duras imágenes de ríos desbordados, campos anegados, viviendas inundadas y dramáticas evacuaciones mediante aeronaves o embarcaciones les siguen las convocatorias efectuadas por diversas instituciones a fin de recaudar víveres, ropa y abarrotes para los damnificados. En este esfuerzo participan fundaciones, clubes filantrópicos, iglesias, organizaciones no gubernamentales y también familias que hacen llamados, sobre todo por redes sociales.

En este sentido es conveniente y útil coordinar esfuerzos para que los recursos aportados vayan, en efecto, a quienes más lo necesitan, en la cantidad adecuada y con una periodicidad de varias semanas, pues si bien la emergencia puede pasar, los daños y las pérdidas tienen una cauda que se prolonga incluso durante meses. Por otra parte, como reza el Evangelio, no solo de pan vive el hombre, y con este tipo de desastres surge también la necesidad de apoyo emocional y psicológico, por lo cual los profesionales de estas ramas humanísticas también pueden hacer un aporte de tiempo y consuelo. Ciertamente aún está latente el riesgo del covid-19, pero, con las debidas precauciones, las universidades que ofrecen estas carreras pueden proponer voluntariados en comunidades impactadas por Eta.

El Gobierno anunció que pediría ayuda humanitaria a países donantes, que seguramente estarán dispuestos a tender la mano una vez más. Una política fundamental para mostrar verdadero aprecio a este auxilio es el orden y la transparencia en la recepción, almacenamiento y distribución de tales insumos. Desafortunadamente existe el precedente de las donaciones efectuadas para combatir la pandemia: pasaron las semanas y nadie se hizo responsable del destino de estas. Tan solo había algunos registros parciales, pero es en el descontrol donde se abre la puerta de la discrecionalidad.

Parece nimio preocuparse por la probidad en una situación tan aguda como la ocasionada por las lluvias de esta semana, pero resulta un tema fundamental, pues solo a través del registro ordenado de aportes, en dinero o en especie, se puede optimizar su administración y rendir cuentas sobre los mismos a quienes decidieron libremente desprenderse de algo propio en favor de alguien que lo necesita mucho más. Es tiempo de ser hermanos, es momento de ayudar en la medida de lo posible.

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