EDITORIAL
Subsidios electoreros siempre salen caros
Cierto es que el planeta entero pasa por una crisis de precios de energía que ya traía algunas complicaciones, pero que fue detonada por los caprichos expansionistas del zar Vladímir Putin. Marcadas alzas en el combustible se convierten en una cascada de costos adicionales en el transporte de alimentos y personas, en la prestación de servicios energéticos, en el precio de derivados del petróleo, incremento de costos industriales que, a su vez, deben mantenerse competitivos y que meten presión a los aparatos productivos de los países. El mismo envío de remesas de connacionales en EE. UU. podría verse afectado por los precios de las gasolinas y el comportamiento del mercado interno y externo de dicha potencia.
En febrero finalizó el subsidio de tres meses para los consumidores de propano, que fue creado como medida emergente para paliar la crisis generada por el encarecimiento de ese producto de la canasta básica. En ese lapso, los diputados del acordeón oficialista y las autoridades de Energía y Minas fueron incapaces de entrar a revisar otros factores que inciden directamente en la estructura de precios de ese insumo, como las formas de romper con el virtual duopolio que impide la entrada de alternativas, posiblemente más favorables e incluso de mejor calidad desde otros países productores.
Con ligereza se aprobó una extensión del subsidio por otros cinco meses, que costará Q100 millones más al erario, sin conocerse los resultados efectivos del primer decreto, la cantidad de ventas redimidas ni los beneficiarios corporativos de tales fondos públicos. Privó un criterio populista y no uno técnico, lo cual se comprobará conforme se aproxime el ciclo electoral. Total, los diputados disponen de los recursos del Estado como si fueran propios y como si fuesen infinitos.
Sin entrar a considerar las razones por las cuales el titular de Economía, Antonio Malouf, dimitió del cargo, en el momento en que se necesita de mayor visión y dirección de las políticas de compra, consumo y competitividad, el Ejecutivo toma de nuevo la salida fácil, pero en un contexto obviamente más complejo que el de noviembre. Las gasolinas rondan los Q40 y la previsión del MEM apunta más alto, pero todavía no se sabe de alguna contención de gasto en el Ejecutivo, desde el uso de caravanas motorizadas oficiales, la provisión de gasolina pagada con cajas chicas o viáticos estatales a funcionarios o diputados, el uso de vehículos oficiales para propósitos particulares, a fin de generar economías coherentes.
Más allá del corto plazo, la crisis actual de precios debe dar pie a una estrategia nacional que permita el auxilio a los sectores más vulnerables financiado mediante ahorros en otras áreas. Ya que la vida y el bienestar de las familias les importa tanto a los diputados, bien podrían dejar de desayunar, almorzar, refaccionar y cenar a costillas de los ciudadanos, pagarse sus gastos como todo mundo y no estar cobrando dietas por sesiones anodinas, improductivas y a menudo fingidas.
Más que parches se necesitan visiones técnicas, más que subsidios improvisados urge depurar el funcionamiento del Estado, más que discursos demagógicos se necesita de integridad personal e idoneidad de los funcionarios para hacer uso eficiente de los recursos sufragados por todos. Cierto es que el Gobierno debe planificar y ejecutar programas de ayuda a la población más vulnerable, pero es precisamente lo que no está haciendo, porque allá en poblados del oriente del país los centros de Salud no tienen ni un acetaminofén, y si no hay salud, de qué sirve un tambo de gas para quienes ni estufa tienen.