EDITORIAL

Triunfos demuestran alto potencial juvenil

Es inevitable el fuerte impacto motivacional que detonan las palabras de Rubí Rivera, la joven medallista guatemalteca que obtuvo la presea de plata en el reciente campeonato mundial de patinaje. Con visible emoción relató su lucha interna, entre grandes esperanzas y duras realidades, y al encontrarse frente a fuertes competidoras de todo el planeta aquella joven originaria de Puerto Barrios, Izabal, se decidió a perder todo miedo, a rendir su máximo esfuerzo y lanzarse con decisión al gran objetivo de triunfar en nombre de su país.

Ronda tras ronda fue avanzando, y en la competencia final dos veces Rubí sintió que se resbalaba en la pista, vio avanzar a sus compañeras de equipo y a las otras contendientes. Las palabras de su entrenador resonaron en su mente y recordó su preparación física. En cruciales fracciones de segundo pensó que todo un largo camino llegaba hasta ese instante, en aquel escenario deportivo colombiano. Retomó el paso y con inusitada velocidad conquistó la plata.

Hace unos días, la Federación Internacional de Bádminton reconoció el desempeño olímpico de Kevin Cordón, quien alcanzó el cuarto lugar, un sitial que obtuvo a pesar de no figurar entre los favoritos. A fuerza de garra, entrega y amor a los colores patrios, el zacapaneco derrotó a habilidosos rivales. Consiguió su mejor papel después de haber entrenado durante meses en un salón parroquial que fue acondicionado como gimnasio, con todo y las limitaciones estructurales que implica. El recibimiento de los guatemaltecos, en agosto pasado, fue emotivo y apoteósico, prueba masiva y elocuente de que este país necesita más triunfos. Pero, más importante aún, existe voluntad, espíritu y capacidad para obtenerlos.

Lamentablemente, la evolución del desempeño deportivo nacional se ha visto lastrada por los gastos de una burocracia excesiva, viáticos dispendiosos para dirigentes que exceden por mucho los otorgados a los seleccionados, que son los verdaderos protagonistas. Finalmente, las disputas sectarias, a través de prestanombres y figuras serviles, por el control de los entes rectores del deporte confederado y olímpico —entiéndase, de los millonarios fondos que administran— constituyen el mayor freno para potenciar talentos a escala competitiva global.

Con el pretexto de la autonomía del deporte se han prolongado dañosos feudos en diversas federaciones cuyos directivos viajan en primera clase, se hospedan en hoteles de lujo, cargan abusivos gastos a las cuentas oficiales y todavía se dan el tupé de reclamar una dignidad que no tienen. Si otra fuera la visión de la Contraloría General de Cuentas ya deberían existir sólidas denuncias por este tipo de malversaciones. Si la Comisión de Deportes del Congreso en verdad trabajara, existirían mejores exigencias de cuentadancia. Son reprobables los intentos de intromisión política o de gobiernos centrales en el quehacer deportivo: la autonomía del deporte es para priorizar las carreras atléticas, la excelencia y los nuevos valores competitivos, no para apañar secretismos.

Valga cerrar este texto con una felicitación a Rubí Rivera, y también al equipo nacional femenino de boliche, integrado por Sofía Granda, Ana Bolaños, Ana Morales y Claudia Barrios, quienes consiguieron, también el fin de semana último, la medalla de plata por equipos, en el campeonato mundial de esa disciplina celebrado en Dubái. Cabe agregar que Granda consiguió la presea de bronce individual, un logro inédito que alegra a todo el país.

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