EDITORIAL

Tsunami vehicular diario se aproxima

La carga vehicular metropolitana ya presenta síntomas crónicos de saturación, pero está por agravarse con el inicio del ciclo escolar, sobre todo a tempranas horas, que en este 2023 será especialmente fuerte debido al retorno total a clases presenciales en todos los niveles de la educación pública y privada, desde preprimaria hasta universidades, algo que no sucedía a escala total desde 2020 a causa de la pandemia. Cada año aumenta la cantidad de vehículos en circulación y si bien algunos salen, por deterioro o percances, el crecimiento se mantiene y esto implica mayor saturación vial.

Según el registro fiscal de vehículos de la Superintendencia de Administración Tributaria, se contabilizaban hasta noviembre último 4 millones 793 mil 845 unidades. Como referencia cabe anotar que a finales de 2019, es decir, antes de la pandemia, se registraban 3 millones 795 mil vehículos, lo cual implica un crecimiento cercano al 25%. En otras palabras, por cada 4 vehículos que había en 2019, este enero habrá uno más en tránsito. Las motocicletas constituyen el 45%: hay 2 millones 166 mil en circulación y en acelerado aumento debido a su costo relativamente accesible y a las deficiencias del transporte urbano e interurbano. Los automóviles livianos son 854 mil (18%) y los picops 711 mil (15%); camionetas y camionetillas 658 mil (13%); más 201 mil camiones y cabezales (4%) y 118 mil 248 buses y microbuses, ya sea de línea, escolares o particulares, que solo abarcan un 2.5% pero suelen concentrarse en horario pico.

La mitad de todo este circulante se concentra en la región central del país y, en promedio, la edad del parque vehicular del país es de 15 años, lo cual incide en la posibilidad de fallas mecánicas en horas de fuerte afluencia, lo cual complica la circulación.

En todo caso, el fenómeno de fondo es que en apenas 10 años se duplicó la cantidad de vehículos en funcionamiento, pero no la capacidad de la infraestructura vial, que sigue siendo prácticamente la misma con unos cuantos nuevos viaductos que aligeran algunos cruces y desvíos, pero funcionalmente solo trasladan los embudos a otra parte: por lo tanto, no son una solución de largo plazo.

Buena parte de la carga vehicular no necesita cruzar la capital, pero debe hacerlo por vías alternas entre municipios y regiones. Hace tres décadas se discutía la posibilidad de integrar un anillo intermunicipal, pero las intransigencias de alcaldes que se creían reyezuelos lo hizo imposible. La falta de ordenamiento territorial y el auge de urbanizaciones ocupó espacios que pudieron ser corredores alternos y hoy son inviables. Existe un plan de un anillo regional, que conectaría al menos ocho departamentos sin cruzar por la capital, el cual llegó a ser considerado un megaproyecto estratégico, pero ningún gobierno lo toma en serio. Las entidades de tránsito municipales implementan carriles reversibles en mañanas y tardes para tratar de priorizar el ancho de vía disponible, pero incluso esta estrategia se va quedando corta ante el incremento de usuarios y la creación de nuevas áreas residenciales en los llamados municipios dormitorio. Tampoco se prioriza la utilización de medios de locomoción alternativos con derecho de vía preferente, como la bicicleta o los patines eléctricos.

La próxima semana se podrá comenzar a observar la verdadera dimensión del tsunami vehicular, con su cauda de desvelos, congestionamientos, aumento de tiempo en ruta, percances, gasto en combustible, contaminación y muchas viejas preguntas sin respuesta por parte de autoridades ediles o centrales.

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