EDITORIAL
Un pasado con futuro
Parece contradictorio el enunciado del título, pero en el caso del patrimonio prehispánico guatemalteco constituye una verdad creciente. A pesar de su evidente valor como elemento de identidad, atractivo turístico y potenciador económico, la inmensa mayoría de politiqueros se rehúsa a verlo, quizá porque no lo dimensiona o simplemente no lo entiende. De no ser así no serían una treintena, sino más de un centenar los sitios arqueológicos con alguna instalación para visitas. Y cabe acotar que solo una decena de antiguos asentamientos mayas son promovidos como destino; el resto difícilmente son impulsados y acceder a ellos suele ser complicado.
Por ser cuna de una civilización originaria, de abundantes vestigios, Guatemala debería contar con un museo de nivel mundial en el cual resguardar, exhibir y presumir ese tesoro. Pero no, la sede para presentar estas joyas sigue siendo un viejo edificio de 1933 que fue salón de recepciones de una extinta feria. Y lo que resulta más irónico: valiosas estelas, vasos, esculturas y códices son objeto de admiración en museos del extranjero, pese a que muchos fueron llevados sin permiso o bajo ambiguos términos.
Aun así, el tesoro maya guatemalteco guarda enormes secretos, tal el caso del reciente descubrimiento de la inscripción maya 7 Venado, que equivale a la más antigua fecha plasmada mediante el calendario maya en un monumento del sitio San Bartolo Xultún, Petén. Este asentamiento ha cobrado una creciente importancia, sobre todo desde 2001, cuando se encontraron murales intactos en una pirámide, prácticamente únicos en su tipo.
En el país se contabilizan más de seis mil sitios mayas, la mitad de los cuales se encuentra en el área de Petén. Muchos han sido saqueados sin haber sido siquiera investigados e incluso han sido destruidos para dar paso a pastizales. Apenas hace dos años se daba a conocer el proyecto de reconocimiento Lidar, que a través de tecnología de radar demostró con imágenes elocuentes el gigantesco potencial arqueológico que yace bajo la selva.
Sin embargo, en lugar de un decidido apoyo para protegerlos, solo existen indiferencia y bloqueos a los esfuerzos que apuntan en este sentido. Un ejemplo de este desdén lo constituye la iniciativa de proteger la cuenca El Mirador, considerada la cuna de la civilización maya, con al menos 200 áreas de posible exploración. Este podría ser un verdadero imán global de ecoturismo y turismo arqueológico, de fuerte impacto para las comunidades circundantes. Para que eso ocurra se debe garantizar la conservación de su bosque a través de una declaratoria como santuario natural: sin embargo, ello no ha interesado a las autoridades del Ejecutivo ni del Congreso, quizá porque no lo dimensionan o no les importa.
Guatemala es una tierra de grandes paradojas que deben ser convertidas en círculos virtuosos. Los vestigios maravillosos de la civilización que habitó este territorio hace dos y tres milenios están allí, esperando a ser descubiertos, valorados y puestos a la vista de todos, pero se necesita una visión integral de riqueza cultural y potencial económico, sin pasar por alto la sostenibilidad como un criterio de inteligencia estratégica que permita prolongar la vida de este tesoro nacional único.