EDITORIAL

Un tesoro que aún no se logra desenterrar

En calles y mercados, plazas y terminales de buses, centros comerciales y también en pequeños locales de centros urbanos es posible observar el espíritu emprendedor de los guatemaltecos a través de la instalación de negocios de todo tipo, empujados por la necesidad de sobrevivencia, el estancamiento de los empleos formales y el deseo de superación. Se trata de una manifestación inherente de optimismo cuyos indicadores en Guatemala son superiores a otros países de economías más industrializadas.

El más reciente informe de Monitoreo Global de Emprendimiento expone que existen alrededor de 2.2 millones de emprendedores en fases tempranas de operación; es decir, que iniciaron actividades al menos en los últimos dos años, lo cual es una cifra alentadora, pero que a la vez revela una enorme fragilidad de este tipo de esfuerzos, pues un alto porcentaje de los mismos no logra ser sostenible a largo plazo, y de aquellos que lo consiguen solo unos cuantos buscan la formalización fiscal.

Dentro de los factores que más dificultan el progreso de estas microempresas, que a menudo son unipersonales, se encuentra la poca educación, la falta de acceso a asesoría y créditos productivos, la carencia de planes de negocio a largo plazo y fenómenos sociales, como robos y extorsiones, que ahogan los incipientes esfuerzos. Con lamentable frecuencia se sabe de tenderos de pequeños negocios que son asesinados por no pagar exacciones, sin que las autoridades logren detener tal azote.

Increíblemente, el optimismo priva entre los emprendedores, pues nueve de cada 10 de quienes acaban de comenzar un negocio tienen la esperanza de generar algún empleo adicional en los próximos cinco años. Lamentablemente, al no contar con mayor conocimiento del mercado y carecer de tecnificación, se van quedando estancados.

En estas condiciones se hace necesario resaltar que en cada campaña electoral uno de los discursos recurrentes es aquel que ofrece abrir oportunidades, atraer inversiones y fomentar las economías locales. Tales aseveraciones se quedan después estancadas entre la burocracia y los pretextos. Se necesita un cambio paradigmático para conseguir que los emprendedores no solo tengan éxito, sino un verdadero valor agregado en los productos o servicios que distribuyen.

Es tarea de los gobiernos propiciar nuevos campos de oportunidad; por ejemplo, en el turismo: existen tantos parajes y rincones atractivos en el país que bien podrían existir microcompañías de atención a visitantes nacionales y extranjeros en materia de hospedaje, gastronomía, guía ecológica, transporte y cuidados infantiles. Pero para ello se necesita de capacitación, acreditación y supervisión de calidad.

El campo de las artesanías es otro de los rubros en los que Guatemala necesita reinventarse, y ya existen ejemplos de evolución, tales como las confecciones que integran tejidos indígenas y diseños de alta costura. Esto debe pasar de los mercados físicos a los digitales, pero ello requiere de una regularización bancaria y también fiscal, lo cual genera reticencia. Se hace obligada mayor orientación y eliminación de mitos sobre la tributación, así como un sistema eficiente y sencillo de registro y pago de impuestos, que a su vez deberán reflejarse en mejoras en infraestructura, seguridad y servicios gubernamentales, a fin de lograr una espiral de crecimiento y beneficios a escala colectiva.

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