EDITORIAL
Una alegría colectiva está de Vuelta
Hay cosas que solo se aprenden sobre la marcha. Son destrezas que precisan de caídas y nuevos intentos para poder ser dominadas. Montar en bicicleta es una de ellas, y sin duda constituye uno de los primeros y grandes desafíos de la niñez. Dejar las rueditas auxiliares para lanzarse a avanzar sobre dos ruedas, sin miedo al equilibrio, sin temor al avance, constituye uno de los triunfos más trascendentales de la vida personal, pese a que usualmente solo se enteran los padres y en no pocas ocasiones la hazaña ocurre sin testigos en una tarde perfecta. Más allá de aquel sentido lúdico de movimiento perpetuo, la bicicleta es un símbolo de libertad, de avance, de salud y también de una actitud ambientalmente sana. Este cuadro se ve enturbiado a veces por el comportamiento de conductores de camiones, buses, automóviles e incluso motocicletas. Aun así, el ciclista va, como diría el poeta, caminando en el aire.
La 60 Vuelta Ciclista a Guatemala arrancó ayer con la bendición de un monje benedictino, frente a la Basílica del Cristo de Esquipulas. La competencia tiene este 2020 una dinámica diferente, debido a la pandemia. Hay poco público en las metas, las rutas y los pueblos a su paso, para guardar el distanciamiento, pero no deja de ser una alegría colectiva cuya emoción se vive a través de los medios de comunicación.
Prensa Libre estuvo presente ayer en el inicio de la etapa, como aquel 4 de abril de 1957, a las 9.30 horas, cuando, frente a la Catedral Metropolitana, partieron 16 cuartetas de equipos de Guatemala, México, Costa Rica y El Salvador. Hace 63 años ganó la primera etapa un guatemalteco y fue la premonición de que otro compatriota se coronaría campeón de esa primera vuelta: el gran Jorge Surqué, originario de Mixco, quien representó a Guatemala de manera brillante en otras competiciones internacionales.
De 59 vueltas anteriores, 18 copas se han quedado en Guatemala, gracias al esfuerzo, perseverancia y energía de 15 grandes corredores, que son a la vez el vértice de múltiples generaciones de ciclistas. En cada edición es inevitable anhelar el triunfo de un connacional, con todo el respeto hacia los equipos invitados, que siempre plantan dura batalla de piernas y estrategia. La fiesta del pedaleo incesante llegó a pesar de todo. Se deben respetar todos los protocolos de prevención para que ningún contagio empañe estos días que devuelven algo de la normalidad anhelada.
Es clave cuidar la integridad de los deportistas, tanto en el comportamiento vial como en lo referente a su seguridad sanitaria. Esto, a su vez, trae otra reflexión: el ciclismo, deportivo y no deportivo, es una realidad de todo el año. Se hace la división, aunque no necesariamente se excluyan entre sí, pues muchos grandes campeones se labraron a fuerza de trasladarse a pedalazo limpio, día tras día, a sus trabajos. Muchos fueron agricultores, albañiles, artesanos que pulieron su vocación de ida y vuelta a sus hogares. Además de los corredores, hoy se desplazan cientos, miles en bicicleta, por calles y avenidas de pueblos y ciudades. Merecen respeto, consideración y cuidado. Son muchos los ciclistas de toda edad que han perecido atropellados por pilotos irresponsables. Quizá entre ellos había potenciales campeones, pero nunca lo sabremos. Baste citar la tragedia del 6 de julio de 1961: un ciclista fue atropellado en la avenida Bolívar. Falleció al día siguiente, a seis días de que se iniciara la 5ª. Vuelta a Guatemala. Era el gran Jorge Surqué