EDITORIAL

Una dura y costosa moraleja vial

Decía el célebre pensador jesuita del Siglo de Oro Baltasar Gracián (1601-1658): “No hay más dicha ni más desdicha que prudencia e imprudencia”, una frase que aplica perfectamente, en el campo de las obras públicas, a todos aquellos proyectos viales en los cuales se siguen —o no— los pasos necesarios para asegurar una completa planificación y correcta ejecución: estudios de factibilidad, morfología de suelos, topometría, hidrología, drenajes, impacto ambiental, costos, diseño de vía, planos, construcción y correcciones coherentes con los análisis previos, acompañado todo de una exigente supervisión.

Es obvio que en la construcción del libramiento de Chimaltenango, emprendida en 2013, interrumpida por diversos factores y retomada en 2017, no se siguieron todos los protocolos necesarios para prevenir la debacle exhibida en el último mes por este proyecto que suscitó tantas expectativas. Fue abierto el 12 de abril pasado, en año electoral, justo antes del descanso de Semana Santa, con recorrido presidencial demostrativo, comparecencia de ministros, toldos, sillas y un discurso —muy parecido al de una inauguración— elogioso para la obra y sus realizadores, en el cual el mandatario Jimmy Morales incluso hizo proyecciones matemáticas del ahorro que el tramo iba a representar en combustible y costos de productividad en un año, en 10 y en 20 años.

El 28 de septiembre, hace apenas un mes, ocurrió el primero de múltiples derrumbes que obligaron a suspender el paso por esa vía. En principio se intentó minimizar, disimular y culpar a otros de haber magnificado el asunto. Pero las lluvias siguieron develando la fragilidad. La millonaria obra continúa cerrada, la pesadilla para cruzar el casco urbano de Chimaltenango persiste y los análisis técnicos señalan la inadecuada construcción de los taludes, excesivamente verticales y sin más soporte estructural que una cáscara de concreto en las primeras tres bermas o gradas.

La Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres señaló la necesidad de más estudios hidrológicos, análisis de suelos y nuevos trabajos de corte de taludes con un menor ángulo de inclinación, para evitar futuros derrumbes. De hecho, Prensa Libre publicó ayer los análisis de impacto ambiental desarrollados en 2013 para esta obra, los cuales, al parecer, no fueron tomados en cuenta. Recomendaban una altura máxima para los taludes y la utilización de determinadas especies vegetales para consolidar el terreno, de origen volcánico.

El caso del libramiento de Chimaltenango pone de relieve, una vez más, la imperiosa necesidad de garantizar que las inversiones viales y en todo tipo de infraestructura se desarrollen con transparencia y respaldo técnico integral, a fin de prevenir lastres para la industria, el comercio y el turismo, ya de por sí golpeados a causa de otros incumplimientos del Ejecutivo y el Congreso.

La Asociación de Ingenieros Jubilados de Guatemala denunció una posible sobrevaloración en el costo por kilómetro y acusó las deficiencias de planificación, diseño, construcción y supervisión; este aspecto estuvo a cargo de la Dirección General de Caminos, con lo cual también carga con el costo de oportunidad generado por el cierre y futuros trabajos correctivos. De hecho, el propio presidente Morales declaró aquel 12 de abril que no la estaba inaugurando, sino que la estaba “supervisando”, y la dio por buena. La tarima desde la cual habló estuvo instalada a pocos metros del sitio donde se produjo un nuevo derrumbe, el domingo último.

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