EDITORIAL
Una protesta frente a quienes buscan votos
El café guatemalteco constituye un auténtico símbolo por su tradición, sabor y fama a escala mundial, además de ser uno de los pilares económicos del país, ya que representa el 12 por ciento de las exportaciones totales, con ingresos que rondaron los US$700 millones en 2018.
Las previsiones de la Asociación Nacional del Café apuntan a un crecimiento en la producción para la nueva cosecha, ya que los productores nacionales lograron recuperarse estoicamente de la plaga de roya que afectó en 2012 casi la mitad de las plantaciones del país y obligó a su destrucción y sustitución por variedades más resistentes, un esfuerzo que ha tenido un alto costo de oportunidad, debido al tiempo que lleva el crecimiento de los cafetos. Muchos quebraron en el proceso o se dedicaron a la siembra de otros productos. Aun así, al menos 125 mil pequeños productores se enfrentan ahora a un flagelo mayor: los bajos precios del mercado internacional, a causa de un exceso en la producción global.
A finales de 2018 ya se reportaban los precios promedio más bajos en los últimos 12 años, pero la situación ha llegado a un punto crítico, pues ayer el quintal de grano oro cerró en US$94.65, presionado por la alta expectativa de grandes productores como Brasil. Ello acarrea previsiones negativas para Guatemala, puesto que los bajos precios no permiten cubrir los costos de producción y tienen un devastador efecto en las familias caficultoras, que entran en una espiral de desesperación, ya que un costo moderadamente aceptable debería rondar los US$120.
Por si fuera poco, ayer se presentó el informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Oacnudh), el cual evalúa no solamente la situación económica, sino la falta de equidad de género, desigualdad social, pobreza y ausencia de políticas estatales de ayuda a familias en penuria, factores que colocan a Guatemala como el segundo país con el peor índice de desarrollo humano.
Frente al Congreso de la República se manifestaron pequeños caficultores que reclamaban la aprobación de la Ley de Reactivación Económica del Café, la cual está pendiente desde finales de 2018, como consecuencia de las cambiantes agendas legislativas y la inasistencia de diputados por causas electorales. Dicha normativa crea incentivos fiscales, facilita asistencia económica y también técnica para mejorar la calidad de la producción, a fin de insertar a este sector en el segmento de los cafés gurmé. En este nicho de mercado se logran mejores precios, pero requiere de plantaciones renovadas, nuevas técnicas de cultivo y capacitación para el procesamiento, lo cual, a su vez, demanda más tiempo, un costo que las familias campesinas difícilmente podrán cubrir en las actuales condiciones.
Aunque ayer se emprendió la aprobación de la iniciativa, no es la ley del café el único pendiente que tiene la actual legislatura, que en los tres años anteriores ha dado muy pocas muestras de tener una agenda coherente ante los grandes pendientes de desarrollo. Es necesario dejar claro a los diputados que este trámite no es suficiente para compensar el abandono en que han mantenido a la población necesitada, cuyo voto, irónicamente, salen a cortejar en estos días, a fin de intentar ser reelectos mediante ofrecimientos y discursos repetitivos que bien pudieron haber convertido antes en acciones tangibles de beneficio público.