EDITORIAL

Unos a otros se pasan la bola… de la basura

Los alcaldes, usualmente tan lábiles para eslabonar alianzas e incluso pregonarlas cuando suenan bien, como el caso de la llamada Mancomunidad del Sur, también exhiben falta de planes coordinados y tan solo diálogos decorativos al momento de tener que asumir decisiones que en efecto abarcan a varios municipios. El mismo gobierno central se lava las manos y les deja el asunto a las comunas, so pretexto de la autonomía municipal, y a la vez estas, ahí sí quieren trasladar potestades a otros entes, para ahorrarse recursos y sobre todo la molestia de enfrentar problemas acuciantes.

Tal es el triste mensaje que dejan acerca de uno de los mayores problemas ambientales del país: la generación, recolección, tratamiento y disposición de los desechos sólidos, una pesadilla contemporánea que no es exclusiva de Guatemala pero cuyo abordaje es, por increíble que parezca, incipiente. Apenas el año pasado se aprobó el Acuerdo Gubernativo 164-2021 sobre gestión integral de desechos, el cual tiene dos años de plazo para su implementación. Se trata de un tiempo corto, según los expertos, pero hasta ahora a muy pocos parece importarle, como si se estuviera esperando el año 2024 para empezar a montar a la carrera un sistema inimaginado.

Unos 34 municipios de Guatemala, Sacatepéquez y Escuintla han usado por años el vertedero controlado de Amatitlán, creado en 1999 para tratar de frenar la llegada de basura al lago. Pero los desechos siguen llegando a través del río Villalobos y arrastrados por las lluvias, pero el relleno ya terminó su vida útil. Se debe buscar otra zona en la cual instalarlo, y aunque finalmente parece haber un sitio adecuado para implementar uno nuevo, nadie quiere aportar dinero.

La discusión de fondo no es quién debe pagar los Q30 millones que cuesta la implementación y manejo inicial: el verdadero desafío es cómo reducir la cantidad de desechos, cómo potenciar su reutilización desde la recolección misma y, por supuesto, promover una nueva cultura de preservación del medioambiente, lo cual no solo abarca la basura, sino también el tratamiento de aguas servidas.

Durante demasiadas décadas prevaleció la infundada idea de que los barrancos eran abismos infinitos en los cuales la basura se extinguía para siempre. Algo similar ha ocurrido con el direccionamiento masivo de drenajes municipales hacia los ríos, lo cual prácticamente ha extinguido los afluentes limpios, dejado sin agua a las comunidades siguientes y, a la larga, convierte las cuencas principales en verdaderos torrentes de desechos. El ejemplo más lamentable es el río Motagua, cuya corriente arrastra envases, plásticos, empaques e incluso animales muertos hasta su desembocadura, en donde ocasiona un problema binacional, pues deteriora las playas de Honduras, país que ya ha planteado enérgicas quejas e incluso la posibilidad de una demanda internacional por daños.

El problema de la basura comienza por la persona inescrupulosa que tira su bolsa de desechos en la calle para no pagar servicio de extracción, aunque a la larga también termina impactándole a ella, a sus hijos o nietos; es decir, a todos, por lo cual es necesario un liderazgo serio de las autoridades. Deben dejar de endilgarse culpas y patearse la bola en espera de las siguientes elecciones. Existen iniciativas de educación ambiental en materia de desechos, tales como el Eco-reto, pero para ello es necesario el involucramiento de más ciudadanos, alcaldes, funcionarios, líderes, jóvenes, adultos y niños.

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