Editorial
Urge liderazgo logístico y visión vial de Estado
No es momento de claudicar ni de caer en la desesperación, pero se necesita de un liderazgo claro para gestionar la circulación con la infraestructura disponible.
Con el tiempo se recordará alguna vez el grave caos carretero de 2024, lentamente erigido por lustros de corrupción, amaño de contratos, obras a medias, miopía estratégica, falta de supervisión y ausencia de monitoreo y mantenimiento preventivo. Pensar a futuro, con soluciones y visión de Estado, no es un consuelo fatuo, sino una necesidad imperiosa y un clamor de toda la ciudadanía productiva; es decir, casi toda. La excepción a esa mayoría digna, trabajadora e íntegra es toda esa ralea de exfuncionarios mediocres, algunos impunes, otros bajo procesos judiciales o quizá rescatados temporalmente de ellos debido a errores o ineficacias —que a veces casi parecen favores— de los acusadores, pero esa es otra historia.
Es dantesca y atroz la parálisis diaria que se vive desde el 12 de junio en la Ruta Nacional 14 y en la antigua ruta a Escuintla. Los atascos vehiculares han llegado al colmo de estar ocho horas inmóviles, debido a la sobrecarga de vehículos causada por el socavón en la autopista Palín-Escuintla, que ya lleva tres semanas cerrada sin que se avizore la reparación del tramo. Se agrava el predicamento debido a la notoria descoordinación entre la Policía de Tránsito, la Brigada de Protección Vial y las policías municipales de Tránsito de los municipios involucrados.
En lugar de generar una sinergia clara desde los primeros días de la crisis, cada quien jala por su lado. No existe una cabeza visible ni un despliegue policial suficiente para la logística vial y nadie pensó siquiera en acordar y divulgar masivamente horarios de tránsito preferente en cada dirección. Tiene sentido utilizar carriles reversibles, pero con una programación inteligente. En este momento de emergencia no hay una panacea, pero sí se necesita prevenir focos de congestionamiento.
La circulación es complicada para una arteria de pendiente sinuosa y de solo dos vías, pero más difícil es la situación cuando tráileres y camiones quedan varados en el camino, por fallas mecánicas. La revisión y mantenimiento de unidades debe ser asumida como elemental norma de urbanidad, aunque ello no debería excluir las posibilidades de sanción si hay reincidencia. Otro factor altamente dañino y causante de problemas es la imprudencia de pilotos de autobuses, microbuses, taxis e incluso vehículos particulares, que rebasan en “tercera fila”, a contravía. Deben imponerse sanciones a esos cafres, por agravar el caos y constituir un peligro público.
Está a la vista el deterioro de laderas y taludes en las rutas mencionadas y también en otras, como el libramiento de Chimaltenango, una megaobra chambona cuyo proceso judicial no tiene cuándo comenzar, pese al directo involucramiento de exfuncionarios del gobierno de Jimmy Morales, quien inauguró el proyecto en año electoral. Para disimular se dijo que se trataba de “supervisión”, pero con ello asumió parte de la responsabilidad de la mala calidad de la ruta.
El invierno ha sido intenso y falta más. No es momento de claudicar ni de caer en la desesperación, pero se necesita de un liderazgo claro para gestionar la circulación con la infraestructura disponible. El bien de la mayoría debe primar. Podría evaluarse el funcionamiento solo de bajada en una de las rutas alternas y de regreso la otra, para frenar esa tormentosa colisión de filas contrarias en las cuales nadie va para ninguna parte. Cual sea la medida, se debe divulgar ampliamente y cuanto antes. La dura y ruda lección de este tapón logístico, devastador para la competitividad, debe motivar el inicio de obras visionarias como el Anillo Regional, largamente relegado, porque si no aprendemos de esta, tampoco vamos a ninguna parte.