EDITORIAL
Vamos por más dinero, dijeron los diputados
Hasta un borracho votó por el deficitario, irresponsable y clientelar presupuesto del 2023, aunque en realidad los 114 diputados que se coaligaron para aprobarlo estaban completamente embriagados de soberbia, ambiciones electoreras e incluso de una engañosa sensación de impunidad. Es necesario decir que en esta caótica piñata de recursos públicos fue clave el contubernio del oficialismo y la bancada de la Unidad Nacional de la Esperanza, que se vende como opositora y en realidad lo hace al mejor postor. Tal amasiato convenenciero solo recuerda el de los partidos Patriota y Líder, extintos a causa de la resaca de sus propios despropósitos, para proseguir con la analogía.
De muy poco sirvieron las explicaciones técnicas del exministro de Finanzas Álvaro González Ricci al presentar la propuesta que pasó de Q112 mil millones a Q115 mil millones 443 mil. Ninguna utilidad práctica tuvieron las semanas que permaneció la iniciativa en la Comisión de Finanzas, que le dio dictamen favorable sin haberla discutido del todo. Tal era la euforia que se utilizó a última hora un “fondo de revisión” para sumarle, de un plumazo, Q1 mil 500 mil millones que serían financiados con hipotéticos sobrantes de caja de 2022 pero que, en realidad, son más plazas burocráticas a las espaldas de los tributantes.
La añagaza utilizada para tratar de justificar el gasto desproporcionado es impulsar el desarrollo y reducir la inseguridad alimentaria: dos propósitos incumplidos a lo largo del período Giammattei Falla, por falta de planes integrales, criterios clientelares, exceso de fondos destinados a burocracia e incapacidades de gestión que no han sido corregidas, sobre todo si se trata de funcionarios allegados a la rosca del Ejecutivo.
Como siempre, el endeudamiento es la salida más fácil y, a la larga, más cara para el país. Según el diputado Cándido Leal, presidente de la Comisión de Finanzas, se recaudarán casi Q86 mil millones en 2023, a lo cual se suman algunas fuentes de ingresos que solo alcanzan para financiar el 78% de tamaño dispendio. Una quinta parte de este botín electorero se financiará con más deuda, a través de préstamos y emisión de bonos, de los cuales se habla como si no existiera un alza tremenda en las tasas internacionales de interés que podrían resultar lesivas para las finanzas nacionales.
En teoría, el 68% del gasto irá a funcionamiento del Estado, sin que medie ninguna revisión de estructura y funciones, y menos que exista una evaluación de desempeño. Un 17% se dedica a “inversión”, una palabra que se entrecomilla debido a los dudosos mecanismos de asignación y supervisión de calidad de obras, muchas de las cuales estarán a cargo de consejos departamentales de desarrollo y alcaldías, con un obvio y maquiavélico objetivo de promoción electoral en que los mecanismos de transparencia fueron prácticamente obviados, algo que en sus tiempos de campaña criticaba el actual mandatario.
Se engañan los diputados oficialistas y sus adláteres, como ocurrió en legislaturas anteriores, si consideran que la ciudadanía no analiza detenidamente el patrón de sus acciones y los pocos resultados de sus representantes, sobre todo de los distritales. Se engañan los alcaldes porristas al menospreciar la inteligencia de los ciudadanos de sus respectivos municipios. La calidad de las gestiones se mide por lo han hecho hasta ahora, por lo que los vecinos viven a diario y no tanto por aquello que traten de medio maquillar en los meses que quedan para las elecciones.