REGISTRO AKÁSICO

El ejército en una sociedad democrática

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Proverbial es el desinterés de algunos por la suerte que puedan correr los expedicionarios a la República Democrática del Congo. La presencia nacional ocurre en el marco de la Monusco o Misión de las Naciones Unidas, para cooperar en restablecer la paz. La expedición de 136 soldados de las fuerzas especiales incorporó a siete salvadoreños e igual número de hondureños. La camaradería surgirá para unir a los países hermanos centroamericanos y forjará lazos útiles para una futura unión.

Muchos personajes no prestan atención al contingente ni al teatro de operaciones. Los analistas del ejército continúan trabados. No evolucionan. Pareciera como si viviéramos en la década de 1970. Sus cafés, discotecas y bares, ahora no existen. Son ancianos enamorados de las minifaldas imposibles para las señoras de edad. Las residencias de estudiantes, la zona uno de la capital y la única universidad pública del país son tópicas marcadas por la exageración y el provincianismo. Se esfuerzan en negar lo de sobra conocido: el genocidio bárbaro impulsado por cuerpos clandestinos, con sus contritos financieros de siempre.

Ese ejército quedó en el pasado. Había sido reorganizado después de 1954, indoctrinado con las más absurdas doctrinas anticomunistas, algunos de sus oficiales fueron entrenados para la tortura en fuertes norteamericanas e impulsados a exagerar su violencia contra la población civil, especialmente contra los pueblos del altiplano. Después de los acuerdos de paz, la formación militar tiene como guía el respeto a los derechos humanos y el fortalecimiento de la democracia.

En el gobierno de Otto Pérez Molina, procesado por corrupto, hubo oposición a recibir a los veteranos cuando regresaban del Congo. Los líderes del rechazo eran unos funcionarios peteneros, hoy en prisión por su actuación ilegal en el Banco de Guatemala y en el Congreso de la República. Se trataba de mafiosos. Oportunistas que llamaban al antimilitarismo para esconder sus tratos clandestinos con narcotraficantes.

El envío de soldados al África constituye un suceso nacional importante para revalorizar el papel del ejército en una sociedad pacífica bajo dirección civil. Cuando en las universidades se participa ese acontecimiento a los jóvenes, se despierta un interés sincero. Se genera una nueva imagen de las instituciones. En las aulas se discuten los riesgos que se afrontan en esa intervención de buena voluntad, en un territorio inmenso. El entendimiento de la situación sirve para incrementar la determinación en favorecer la paz mundial.

Aunque los soldados centroamericanos se encuentran alejados de la zona más álgida, se ha generalizado la tensión política. En el Parque Nacional de Virunga, situado en Kivu, este año, han muerto en emboscadas 175 guardabosques, por la milicia Mai Mai. Además, el 9 de abril, Etienne Sengiyumva, sacerdote católico, fue asesinado en la región de Nord Kivu, vecina a Uganda.

La mayoría católica congolesa, agrupada en el Comité Laico de Coordinación, ha entrado en confrontación con el presidente Joseph Kabila, que busca reelegirse por tercera vez. España está interesada en la continuidad del régimen para participar en el negocio hidroeléctrico conocido como Inga 3, acompañada por Francia, que también busca proteger sus inversiones en minería. De donde es predecible la falta de presión de los centros financieros internacionales para perfeccionar la democracia.

Se debe confiar en que los militares guatemaltecos, acompañados de salvadoreños y hondureños, sabrán mantener el honor nacional y cumplir con los compromisos a favor de la paz.

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ESCRITO POR:

Antonio Mosquera Aguilar

Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.