LIBERAL SIN NEO
Esperando a Godot
Abusando y estirando el recurso de la metáfora, el ejercicio del presupuesto de ingresos y egresos del Estado es como la obra de teatro Esperando a Godot (En Attendant Godot), de Samuel Becket. Los dos actos de la obra se realizan en un solo escenario, cerca de un árbol, en un camino rural. Gira en torno al diálogo entre dos personajes, Vladimir y Estragón, en el que entran y salen Pozzo y su esclavo Lucky, y un muchacho. Los dos personajes, Vladimir, de temperamento filosófico, y Estragón, con preocupaciones más mundanas, esperan interminablemente y en vano la llegada de alguien llamado Godot. En el transcurso de la obra nunca se llega a saber quién es Godot ni por qué lo están esperando; Vladimir y Estragón no logran ponerse de acuerdo sobre dónde deben esperarlo y el misterioso personaje nunca llega. Se han escrito muchos libros sobre Esperando a Godot y ha sido objeto de interpretaciones sociales, políticas, religiosas y psicoanalíticas. El autor afirmó que “no entendía por qué había que complicar tanto las cosas”.
Con pompa y fanfarria, el presidente Jimmy Morales inauguró los foros abiertos de discusión para la formulación del proyecto de Presupuesto de Ingresos y Egresos de la Nación para el 2017. Si no sabes a dónde vas, todos los caminos te llevan allí.
El gasto público y, por extensión, el presupuesto de ingresos y egresos tienen una trampa fundamental, que es la carencia de un mecanismo que permita distinguir lo productivo de lo improductivo; no es posible detectar, con prístina claridad, el desperdicio de recursos. Carece del extraordinario sistema de pérdidas y ganancias, que corrige rápidamente los errores empresariales en el mercado, restando recursos a las actividades improductivas, canalizándolos a las productivas. Las ganancias agregan valor, reflejando las preferencias de las personas, mientras que las pérdidas consumen o restan valor, reflejando el voto desfavorable de los consumidores. Las pérdidas le causan mucho dolor a alguien y exigen ser atendidas y neutralizadas con vigor y prontitud.
Parafraseando a Mises, no estoy diciendo que lo que hace el Gobierno no tenga valor, digo que no hay mecanismos económicos o de otro tipo que permitan distinguir claramente entre lo que tiene valor y lo que no lo tiene. Esta “ceguera” del gasto público, aunado al clientelismo rentista inherente al proceso democrático corporativista, provoca una esencial dependencia de ruta; mañana seguiremos haciendo lo que hicimos ayer, con pequeños ajustes y aumentos. La dependencia de ruta está guiada más por la presión política, búsqueda de rentas y captura de las instituciones que por la detección de error y acierto, la percepción de lo que funciona y lo que no funciona, como mecanismo de corrección y cambio. La dependencia de ruta también se fortalece porque es políticamente muy difícil retirar recursos, rentas o “derechos”, a personas y grupos de interés que los han adquirido.
En esta época del año, cuando se empieza a “concertar” el presupuesto del Gobierno, Vladimir y Estragón hablan muy fuerte. Vladimir, contemplativo, dispensa sobre la eficiencia, racionar, optimizar, priorizar, fortalecer y combatir la corrupción y la defraudación tributaria. Habla de repensar y reformar, pero en realidad se refiere a un corte de uñas, no a cercenar piernas con gangrena y extirpar tumores. Estragón se queja de su hambre, sus dolores y, por qué no, sus apetitos. Los dos están esperando a Godot, pero no saben quién es ni cuándo y para qué llegará. Godot no vendrá. El Gobierno y el presupuesto no son la solución, son el problema.
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