EDITORIAL

La grandeza del chapín

Tomando cierta distancia de la intensa sucesión de eventos que marcan la historia contemporánea y de ciertos personajes del sector estatal y político que parecen empecinados en ganarse la animadversión, vale la pena resaltar que al guatemalteco se le puede caracterizar, sin lugar a errores, por tres grandes cualidades: solidario, trabajador y estoico. Que determinadas personas en cargos públicos se hayan aprovechado de estas nobles cualidades resulta una obvia afrenta que la propia historia juzga y también los tribunales.

Chapín es un término que se pierde en los primeros años de la historia misma del país, cuando este territorio llegó a ser la Capitanía General de Centroamérica. Existe polémica sobre su sentido originario y las implicaciones que conllevaba, pero en la evolución de la identidad nacional la palabra ha pasado a ser un apelativo de uso popular, dentro o fuera del país.

Dos anécdotas dieron origen al término. Una surge de las forcivoluntarias contribuciones que debían hacer estos pueblos para cada festejo de la corona española, a las cuales se les conoció como el “chapín de la reina”, y otra hacía referencia a un tipo de calzado con suela de corcho de trazo alto, forrado con seda, muy usado en esta región por gente de grandes recursos económicos de la Capitanía. Queda claro que la palabra no encerraba un concepto despectivo, como algunos pretenden atribuirle, pues en ambos casos aludía a usos de la época.

Seguramente es el retrato hecho por José Milla y Vidaurre, hace más de 160 años, el que siga teniendo mayor validez. Decía Milla sobre el chapín: “Tiene como características lo hospitalario, servicial, piadoso, inteligente, bonachón, fiestero…. también es bueno para creer lo que la gente especula y decirle sus verdades, no importando el tipo de persona que tiene enfrente… no cambiaría sus costumbres, por ejemplo: la tortilla por el pan, ni el café con champurrada, por una copa de vino con quesos… en semana santa marcha al compás de la banda marcial y en septiembre se afana por cohetes y volcancitos (más) que por una cena de pavo en navidad… Es muy sensible a la euforia y defiende su causa al margen de la ley y hasta con su propia vida”.

Es innegable que las grandes cualidades del guatemalteco son palpables en emprendimientos, invenciones, iniciativas nobles o en su calidad laboral e intelectual, ya sea dentro de las fronteras o en el extranjero. Pero es sin duda alguna en la adversidad que con mayor fuerza florece esa bondad desinteresada y ese afán de servicio que ejemplifican tantos chapines que han instalado centros de acopio, que han donado víveres o que realizan tareas de voluntariado en los albergues, tras la erupción del Volcán de Fuego.

Las heridas por la tragedia tardarán años en sanar y se requerirá un gran esfuerzo de madurez de las autoridades, que hasta ahora solo han evidenciado improvisación y dejan ver muestras de incompetencia, e incluso de cierto intento de aprovechamiento de la situación. Pero allí entra de nuevo la descripción clásica del guatemalteco, porque si bien es un pueblo pacífico y bondadoso, cuando se decide a defender lo suyo, lo hace, tal como sucedió en el 2015.

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